domingo, 12 de julio de 2009

CAPITULO 22: Poder

-Un bi-lle-te pa-ra Tran-sil-va-nia.-Deletreó La Dama después de numerosos intentos por conseguir la atención del despistado italiano.
-¡Oh, Transilvania! ¿Cuántos desea?
-¿Habla nuestro idioma?-El italiano rió.
-Claro, os entendí desde la primera palabra, solo quería seguiros el juego.-Los puños de Léstor se cerraron pero la mano pálida y fría de Angélica detuvo el intento de enfado por pate del joven.
-Solo cuatro, gracias.
-Enseguida.-Le respondió dulcemente a la vampira. Ésta se giró hacia Léstor que permanecía aún molesto.
-Tranquilo, es solo una broma, contrólate ¿quieres?
-Señorita.-La Dama se giró de nuevo al mostrador, donde la sonreía un caballero joven y elegante de ojos azules.- ¿Usted pidió billetes para Transilvania?
-Exactamente, cuatro para ser exactos.
-Debo decirle que solo disponemos billetes para los días veintitrés y veinticuatro de octubre.
-¿Y cuándo es eso?-El recepcionista les ofreció un calendario plastificado. Esos días eran dentro de cuatro noches, pero ese no era el único problema pues abajo del número, estaba dibujada una luna totalmente redonda.-Es luna llena, Léstor.-El joven tragó saliva.
-¿No hay otra alternativa?-El recepcionista lo miró y asintió mientras sacaba un mapa a escala bastante pequeña.
-Podría daros billetes para Viena y allí pedís billetes para Transilvania, se lo reservo si os complace la propuesta.
-¿Para cuándo sería los de Viena?-El muchacho tecleó en el teclado delante del ordenador en el que aparecían los viajes en trámite o ya firmados.
-Pues… tienen prisa, supongo.
-Claro.
-Naturalmente.-Completó Léstor.
-El más cercano es… ¿mañana?-Los dos jóvenes se miraron.
-¿Habría para cuatro?
-Incluso para seis.
-Para cuatro pues.
-De acuerdo, ahora vuelvo.-Angélica y Léstor se volvieron a mirar el uno al otro mientras sonreían.
-No era tan difícil.
-Para Léstor no hay nada difícil.-El dedo anular del joven tocó dulcemente la punta de la naricita pálida de la joven.
-No, supongo que no.

Todo estaba silencioso. Los vampiros estaban cazando y los humanos ya dormían pero Zafrina no pertenecía a ninguno de los dos grupos. Era diferente a cada una de las criaturas del planeta menos Léstor… con unas pocas conversaciones ya habían conectado perfectamente.
Volvieron a encadenarla como un vulgar perro rabioso. Se sentía tremendamente sola, entre terrenos hostiles y peligrosos. Allí todos tenían poder sobre ella. Las lágrimas ya no podían empapar más sus mejillas y sus ojos permanecían mirando a la nada, oscuros y reservados. Pero de repente reaccionó y sus manos se intentaron liberar de las oxidadas y dolorosas cadenas que le impedían salir de allí. Lo intentó no uno sino más de una docena de veces en vano. Desesperada y muy cansada miró hacia la sombra de la luna que reflejaba la tela casi translúcida de la tienda de campaña. Su corazón comenzó a latir velozmente como si le hubieran tirado por un precipicio de grandes alturas y toda su sangre le quemaba… estaba cerca, el anuncio de la salida de la luna llena ya se pronunciaba en su interior, el monstruo quería salir de nuevo. Aún así su cuerpo no podía controlar a esa bestia por lo que Zafrina, siempre se arrepentiría de lo que estaba a punto de decir…
-¡Paul Pa…ul, ayúdame!-La joven gemía mientras sus ojos volvieron a cubrirse de lágrimas.- ¡Paul!- El vampiro apareció de inmediato como si hubiera estado todo el tiempo en la puerta de la campaña. Su rostro no parecía preocupado ni sus pasos continuados.
-¿Qué ocurre?-Zafrina no podía decir nada estaba entre la vida o el desmayo, cosa que ayudaba a la bestia a salir. Paul se acercó a ella y la desencadenó. La joven sudaba y todo su cuerpo permanecía encendido. La cogió en brazos sin titubear y la alzó como una pluma hacia la pequeña y simultanea cama desmontable. El contacto de la piel fría de Paul en su piel la calmó un poco pero necesitaba más… Las manos del vampiro acariciaban el rostro de la joven que aún gemía de dolor. Pronto sus manos se deslizaron por sus brazos, después comenzaron a acariciarle dulcemente su cuello, cada vez sentía como el frío bajaba lentamente por su cuerpo, pero ya desmayada sintió como un calor re confortable la invadía y como los ojos verdes de Morpheus la contemplaban una última vez.

-Lana, he decidido perdonarte por las molestas informaciones de Paul.-Lana contempló confusa ha Balo mientras éste se servía una copa de un líquido más o menos morado.
-¿Qué ocurre, mi señor?-Preguntó Dilan que se disponía detrás de la joven.
-Paul ha enviado un mensajero diciendo que hay un cambio de planes.
-Es imposible, el plan era perfecto. Paul debió exterminarlos a todos.-Balo le ofreció a Dilan un idéntico vaso al suyo cosa que Lana no aceptó.
-No es como tú crees Dilan, Paul a tramado un magnífico plan: Morpheus está enamorado de un mujer de piel morena, Zafrina creo que se llama. El caso es que la ha tomado en su posesión y supone que Morpheus no se quedará con los brazos cruzados por lo que inducirá a La Dama y Léstor y mejor aún, el Áfrodes hacia donde esté ella.
-Y Paul va a traerla, ¿no?-Completó Dilan sonriendo.
-Naturalmente. La excepción es que esos humanos tienen que dormir y descansar, ya sabes hay que ir al ritmo lento de la vida cotidiana.
-Es un astuto plan, ¿y qué pasará con la chica?
-Paul se ocupará de ella, como premio.-Los dos vampiros sonrieron brindando con sus copas.
-¿Y si falla?-Preguntó la recelosa Lana.
-No se le perdonará, te lo aseguro. Aunque estoy pensando de darle una buena recompensa a parte de la chica, claro.
-Entonces, si fallara, ya no tendrías un segundo Inmortal…
-Lana, olvídate de tal infamia y haz tu trabajo.
-¿Cuál mi señor?-Preguntó irritada.
-Esperar.-Dilan y Balo volvieron a reír a carcajada mientras Lana se retiraba con ira.

-Zafrina, despierta.-Le susurró Paul con voz queda. Los ojos de la joven se abrieron visualizando un rostro completamente hermoso y perfecto.-Nos vamos.
-¿A dónde?-Preguntó aun soñolienta la joven.
-A Transilvania.
-Está muy lejos.
-No, ya no, los humanos se marchan.
-¿A dónde?-La sonrisa del vampiro se alargó.
-Van a coger un avión, en realidad, solo cinco los demás se van.-Zafrina no preguntó nada más aunque Paul prosiguió.-Pero lo que no saben es que los vampiros necesitamos la sangre humana, tú qué crees Zafrina, ¿llegarán o no a sus casas?
-Sois unos monstruos.- Le reprochó la joven. El vampiro sonrió.
-Tranquila, te aseguro que no sufrirán.

-Klaus, ¿sabes perfectamente lo que haces?-Preguntó enfurecida Selenie mientras caminaba por las oscuras calles de Venecia.
-El chupasangre nos dijo que ya estaba todo preparado.
-Pero me refiero a lo otro…
-Dejaremos escapar a los vampiros.
-¿Y crees qué con cinco seremos suficientes para tres vampiros y un cazavampiro experimentado?-Klaus se paró de golpe lo que provocó la parada de los otros cuatro cazavampiros.
-Eres una quejica. Léstor no tendrá nada que hacer con Helena.
-¿Helena?-Selenie miró hacia los tres acompañantes, entre ellos la única mujer de cabellos rojizos y corto hasta la mitad del cuello. Sus ojos eran de un color verdoso bastante oscuro y su piel era pálida llena de estéticas pequitas.
-Esa soy yo.-Sonrió la joven. Llevaba una sudadera blanca y una camisa de tirantes negra junto con un pantalón corto vaquero.
-¿Eres nueva quizás?
-Ni mucho menos.-La joven no dejó de sonreír.-Vengo del norte de Rusia. Allí acabé mi trabajo, ahora Rusia es un sitio limpio de vampiros.-Klaus le sonrió y continuó su camino. Selenie lo acompañó.
-¿Lucius lo sabe?
-No lo sé ni me importa. Corrijo, no nos importa, a ninguno de los dos.
-Pero Lucius…
-… Lucius es un viejo estúpido que debió de dejarlo hace cinco años al menos, en eso tenía razón Léstor. Con suerte, los Inmortales se deshagan de él, o al menos eso pactamos…
-¿Qué, estás loco Klaus?-El joven sonrió pícaramente.
-Ni mucho menos Selenie, cuando él se desangre yo seré el nuevo jefe de los cazavampiros y si tú no estás de acuerdo, tienes los días contados. Así son las reglas cariño.-Selenie se mordió el labio inferior mientras miraba al verdadero Klaus, un enfermo de poder que no le importaría matar a su mejor amigo. En esos momentos, Selenie deseaba estar junto a Léstor para que le protegiera… pero ya era tarde.
-Espero que esos malditos chupasangre hayan cumplido su trabajo.-Bufó el joven.

Lucius y los demás cazavampiro se dirigían de vuelta a Londres. Esperaban al barco que les llevaría de vuelta a su hogar pero no sin antes brindar por el trabajo realizado en uno de los bares de la ciudad de Venecia. Entre los tejados de los edificios más cercanos, vigilaban sigilosamente cuatro Inmortales.
-¡Dos cervezas más!-Gritó Lucius algo borracho.
-¡Sí, más cerveza!
-¡Brindemos como bribones y abajo los traidores!
-¡Bien dicho!-Todo el bar estaba escandalizado por el espectáculo que representaban los cazavampiros. Comenzaron a cantar palabras sin sentido y casi imposibles de entender. La cerveza caía de las barbas de Lucius ahora de un color amarillento y la carne rebozaba en sus bocas. La camarera trajo otras dos cervezas rebosantes de alcohol y todos seguían brindando y comiendo como auténticos nobles.
Ya cerrado el bar, los cazavampiros se dirigieron, aún borrachos, hacia el puerto no sin antes cantar de forma alborotada. Uno de los cazavampiros se giró con la sensación de una mirada tras de él que lo relacionaba con un aperitivo. Tuvo un violento escalofrío. Los demás se pararon conscientes de uno de sus amigos.
-¿Qué pasa Jack?
-Me ha parecido ver a alguien atrás…
-Efectos de la cerveza.-Bufó Lucius. Todos volvieron a reír de nuevo inconscientes del peligro que corrían. Llegaron al puerto sanos y salvos con la oscuridad en sus pupilas y el agua como banda sonora. Pero una capa oscura envolvió a uno de los cazavampiros sin mediar palabra, tan sigilosamente que ninguno se dio cuenta de la ausencia de uno de ellos. El color sangre se adueñó del labio del vampiro que permanecía en uno de los tejados cerca del grupo de cazavampiro. De pronto, un viento fuerte y helado recorrió los cuerpos de los cazadores y una risa seca llegó a sus oídos. Un cuerpo cayó del tejado de una de las casas en la que, aparentemente no había nadie.
-Es Jack.-Susurró Lucius algo asustado. El sonido tranquilo del agua ayudó al terrorífico silencio. Todos se giraron al oír el grito de unos de sus amigos al que envolvía una capa negra tan rápido que en unos instantes el cuello del muchacho se desangró. Solo quedaban tres. Para ello, los cuatro Inmortales bajaron de los tejados rodeando a los tres rezagados cazavampiros.
-Mmm… tres sabrosos humanos.-Dijo uno de ellos en voz queda mientras enseñaba sus afilados dientes.
-Me pido al viejo.-El vampiro se abalanzó sobre Lucius mientras su cuello le quemaba de forma lenta y dolorosa.

lunes, 6 de julio de 2009

CAPITULO 21: Posesión

Tras lo ocurrido los cuatro jóvenes regresaron al hotel donde se alojaban pero esta vez, regresaron a la habitación de Zafrina. Mientras Iria se asomaba por la ventana, La Dama y Léstor intentaban animar a Morpheus mientras este permanecía en penumbra sentado en el filo de la cama.
-Tranquilo Morpheus, se la llevarán a Transilvania y no le harán nada. Balo quiere que nos acerquemos nada más.-Agregó La Dama mientras le ventaba la herida del cuello.
-No creo que sean tan venerables con ella, son Inmortales, vampiros sanguinarios y en cuanto descubran que es un lobo…
-Bueno, mientras que lo descubren nosotros ya estaremos en camino.-Tranquilizó Léstor.-Así que tranquilo, sabe valerse por sí misma.-Morpheus asintió.
-Pues mejor que compremos los billetes ya.-La voz de Iria sonó irritante.-Yo me quedaré con Morpheus. Léstor y tú os ocuparéis de los billetes.
-No soy un bebé, se cuidarme solo.-Replicó Morpheus al levantarse.
-Yo creo que no.
-Vamos Angélica.-Susurró Léstor a La Dama mientras la cogía del brazo. La joven asintió sin dejar de mirar a Morpheus que aún tenía la cara desencajada por la herida tan grave del cuello.
-¿Sabéis acaso italiano?
-No mucho pero es fácil pedir billete, tranquilo.-Respondió La Dama con voz cariñosa.-Iria, ¿puedes seguir vendándole?
-No hace falta más vendas, estoy bien.-Replicó Morpheus.
-Se las pondré, quiera o no.

Zafrina estaba realmente asustada. No era para menos ya que sus ojos estaban vendados con una especie de pañuelo negro que le impedía ver, con un olor característico a laboratorio. Sentía como dos manos la sujetaban por detrás, guiándola hasta donde ellos querían. Durante todo el camino, nadie habló, nadie respiró ni suspiró, todo estaba absolutamente silencioso. Pronto sintió como habían entrado en un pequeño claro debido al espacio que percibía a su alrededor. Las manos que la sujetaban por detrás la agarraron más fuerte mientras otro Inmortal le quitaba la venda. Sus ojos no se tuvieron que adecuar al ambiente ya que aún la oscuridad cubría el sol. Varias tiendas de campaña se disponían alrededor del claro donde muchos Inmortales la miraban irritados por su presencia. De golpe, con gran vehemencia, la tiraron al suelo impulsándola a arrodillarse ante la nada.
-Esta no es lo que buscamos.-Rugió una voz que poco a poco se acercaba a la joven.-Hicimos un trato.-Zafrina dirigió su mirada hacia el rostro del ahora estupefacto Lucius al verla.- ¿Qué… Zafrina? Ella no debería…
-Cállate Lucius, nos harías un gran favor.-Interrumpió Paul.
-Dijiste que me traerías a Léstor no a una indígena.-Replicó de nuevo Lucius mientras seguía observando a Zafrina.-Ella no me sirve.
-¿Quién ha dicho que sea para ti?-La sonrisa de Paul se alargó al comprobar la sorpresa que le había producido a Lucius su respuesta.-Es un regalo de mi hermano, me proporcionará una grata diversión.-Zafrina le miró molesta a tal sarcasmo.
-¿Y cuándo me traerás a Léstor?
-Cuando el venga a nosotros.
-No sabrán donde estamos.
-Idiota, nos iremos a Transilvania, al castillo de mi amo Balo Fer y allí le esperaremos. Lo virulento es que tengo que cargar con unos vagos humanos como vosotros.
-Necesitamos dormir, y disfrutamos.
-¿En serio? Me apuesto lo que sea a que todos, incluido tu, disfrutaríais más de la vida si no durmierais. Por desgracia, yo tengo suficiente tiempo para vivirla de sobra.-Paul hizo una señal a los Inmortales que vigilaban a Zafrina mientras Lucius se mordía la lengua para no decir ninguna imprudencia. Las dos manos volvieron a apretar las de Zafrina llevándola a la tienda de campaña más grande de todas, de un color rojizo. Unas cadenas frías y oxidadas rodeaban las pequeñas muñecas de la joven ya dentro, rodeándole una fina capa de tela que se alzaba para dar forma a la campaña.
Al cabo de un rato sin ninguna atención, entró una joven de cabellos castaños y rostro dulce. La joven irrumpió en la tienda de campaña algo desorientada pero al ver a Zafrina medio mareada la observó prudente. Lo cierto era, que ambas sentían haberse visto antes. La recién llegada se acercó a Zafrina y se agachó ante ella:
-¿Te conozco?-La voz era decidida y arrogante como si tuviera el poder en sus manos. Zafrina no contestó, estaba prácticamente ausente sin ganas de hablar ni mirar, solo quería dormir.- ¿No me has escuchado?-La joven alzó la voz en un vano intento de hacerla hablar.- Quizás si me presento tú te presentes ante mí.-Zafrina levanto el rostro algo confusa.- Verás, me llamo Selenie.-“¿Selenie, acaso no era esa chica a la que Léstor vio besuqueándose con un joven? ¿Qué está pasando aquí?”
-¿Qué queréis?
-Eso no es presentarte.
-¿Por qué queréis a Léstor?-Zafrina le preguntó de forma dudosa, solo diciendo lo que escuchó de las propias palabras de Lucius.
-¿Acaso lo conoces?-Selenie sonrió inteligible.
-Sí, y es un buen amigo.
-Pues dale recuerdos de mi parte… si lo vuelves a ver.-La cazavampiro sonrió aún más y se fue acercando a la salida con disposición de ir hacia el exterior.
-Al menos sé que no estará solo…-Selenie paró.-La vampira, La Dama, y él parecen muy enamorados.-La cazavampiro miró con furia a la joven y salió con una corriente de celos fácil de ver a simple vista.

De camino al aeropuerto, Léstor y La Dama pararon cuando se les presentaban tiendas por el camino. De vez en cuando entraban por la petición de Angélica. Lamentablemente para ella, dinero no había, por lo que se conformaba con solo mirarlas. Las tiendas y restaurantes, a pesar de la gran capa de oscuridad que cubría la mañana, abrían sus puertas a la misma hora de siempre aunque, la última hora, ya no se podía suponer mirando al cielo, por algo, los relojes se vendieron a borbotones.
-Por fin estamos solos.-Léstor le guiñó un ojo a Angélica mientras ésta fingía no haberlo visto.
-No sé porque dices eso.-El brazo del joven se deslizó por la cadera de la vampira frenándola.
-Sí que lo sabes.-La mano libre de Léstor acarició la suave mejilla de La Dama mientras ésta apartaba su rostro.- ¿Qué ocurre?-Angélica se mordió el labio al apartar la mano del joven.
-Léstor… solo fue un beso.-Léstor se puso tenso.
-Angélica, creía que tu y yo…
-Y yo creía que era solo un simple capricho. Ambos nos confundimos.-Léstor sonrió. El joven acarició de nuevo el rostro de Angélica mientras se acercaba a ella. Los labios de Léstor se acercaban al oído de La Dama
-Angélica… déjame ser tu hombre lobo.
-Léstor…
-…déjame ser tu héroe.-La joven suspiró mientras el aliento cálido del joven acariciaba su oído. Su corazón se aceleró y su sangre le ardía, no podía resistirse al contacto tan ligero y cercano de Léstor, motivo por el que comprendió que no podía estar lejos de él: estaba enamorada. Los labios de Léstor rozaron la mejilla ahora sonrojada de La Dama. Estaba totalmente vencida. Sus manos alcanzaron el cuello del joven y lo rodearon mientras Léstor le rodeaba su cadera. Sus labios se encontraron totalmente ambiciosos, lo protervo era que nunca se saciaban. Los brazos de la joven despeinaban el cabello cobrizo de Léstor mientras éste la mantenía muy cerca de él. Sus cuerpos comenzaron a incendiarse a un ritmo vertiginoso de manera que ambos se sentían totalmente excitados. Los labios de Léstor se separaron lentamente de los de La Dama.
-Es hora de comprar los billetes.-Angélica asintió respirando lentamente.

Las puertas de tela se volvieron a abrir de forma que entraron dos figuras vestidos con una capa negra.
-Paul Fey te requiere.-Los dos individuos la esposaron con unas cuerdas antes de llevarla fuera de la tienda de campaña.
Paul estaba en un pequeño claro totalmente envuelto con la luz de la hermosa luna que se disponía justo encima de ellos. Cuando la tiraron al suelo delante del vampiro, los dos Inmortales se fueron velozmente. El vampiro estaba sentado en la hierba totalmente cómodo. Cuando miró a la joven sus ojos algo rojizos brillaron al igual que su piel pálida, a simple vista era una escultura completamente perfecta. Zafrina se sentó tensa, muy tensa. El vampiro se levantó mientras caminaba hacia ella impune, hasta que llegó a su lado y se volvió a sentar. Zafrina se sorprendió cuando le liberó de las cuerdas que rodeaban sus muñecas, que presentaban lesiones. Paul no dudó y le cogió dulcemente la mano de la joven llevándosela a sus labios y finalmente, la besó mientras observaba su rostro. Zafrina apartó rápidamente la mano con el corazón latiéndole a mil por hora.
-Hola.-Ella no contestó.- ¿Por qué crees que te he llamado?
-Porque quieres matarme.
-Oh, no claro que no, es desconfianza lo que tienes sobre mí. Quiero que me diviertas un rato mientras los humanos descansan.
-Yo…-Zafrina titubeó.-…no se qué… que quieres que haga.
-Fácil: habla, enséñame cosas, canta, baila, ¿sabes bailar?
-No… bueno… en mi tribu…
-¿Tribu?- Zafrina se había equivocado de palabra y lo sabía. Como Paul descubriera su naturaleza, claramente la mataría.- ¿Eres de una tribu, de dónde?
-De… no me acuerdo bien.
-¿Y te acuerdas de cómo era el baile?
-Yo…
-Da igual, báilame.-Zafrina tragó saliva mientras el rostro de Paul permanecía a solo unos centímetros del de la joven.-Vamos, no seas tímida.
-Es que…
-¿Qué, que ocurre?
-Que no… tampoco me acuerdo.
-Valla, si que tienes mala memoria, querida.-Paul agarró cuidadosamente uno de los mechones del largo pelo de Zafrina.-Tienes los cabellos como una hermosa amazona sin dueño. Quizás lo seas, pero no sin dueño, ¿verdad? Ahora yo soy tu dueño.
-No es verdad…-Paul apretó su puño con fuerza mientras la tiraba hacia él.
-Claro que es verdad, tu eres mi posesión, eres mía.-El vampiro respiró fuertemente el aroma de la joven mientras ésta gemía al sentir como sus raíces se tensaban con el fuerte tirón que propició Paul. Pero finalmente aprovechando sus manos libres se liberó.
-Yo no soy de nadie.-Los ojos de Zafrina se dirigieron automáticamente hacia la luna. Que esta vez estaba cubierta por nubes oscuras y grises.-Excepto de la luna.-Paul la observó receloso mientras la joven seguía con la vista en la grandiosa esfera de color grisáceo. El vampiro se acercó el rostro al de la joven que al notar como la piel pálida de éste se aproximaba a ella, apartó minuciosamente su mirada, depositándola en los ojos ahora más rojizos de Paul.
-Zafrina.-Cada sílaba fue un escalofrío que recorría toda su piel. Sentía el aliento vaporoso del vampiro en sus labios algo inflamados por el frío invernal y nocturno. Sus pupilas empezaron a fallarle de forma que comenzaba a ver algo borroso.-Yo puedo destruir la luna como si fuera una mera hormiga si quisiera pero, es tan bella, tan hermosa.-Zafrina notó como la fría piel de Paul rozaba su mejilla, sus manos fueron dulces.-Ella te atrae, te atrapa de forma vil y cruel como si fueras suyo, tan manipuladora, tan fría y oscura… pero atractiva y deseable, totalmente elegante.-Cuando se dio cuenta, los labios del vampiro casi rozaron los de Zafrina, sin embargo, aunque tentador, apartó su rostro como un violento rechazo hacia su intento de seducción que casi la atrapa. Paul se apartó de ella mientras sus ojos aún la observaban.-Días pasarán y tu seguirás siendo mía hasta que un día desistas y te rindas a mis pies pero para entonces, quizás, yo ya me casaré de ti y te destruya igual que a tu amada luna, lenta y minuciosamente.-Tras estas horribles palabras que pararon por un segundo el corazón de Zafrina, Paul se marchó silenciosamente, dejándola a ella sola… completamente sola.