domingo, 12 de julio de 2009

CAPITULO 22: Poder

-Un bi-lle-te pa-ra Tran-sil-va-nia.-Deletreó La Dama después de numerosos intentos por conseguir la atención del despistado italiano.
-¡Oh, Transilvania! ¿Cuántos desea?
-¿Habla nuestro idioma?-El italiano rió.
-Claro, os entendí desde la primera palabra, solo quería seguiros el juego.-Los puños de Léstor se cerraron pero la mano pálida y fría de Angélica detuvo el intento de enfado por pate del joven.
-Solo cuatro, gracias.
-Enseguida.-Le respondió dulcemente a la vampira. Ésta se giró hacia Léstor que permanecía aún molesto.
-Tranquilo, es solo una broma, contrólate ¿quieres?
-Señorita.-La Dama se giró de nuevo al mostrador, donde la sonreía un caballero joven y elegante de ojos azules.- ¿Usted pidió billetes para Transilvania?
-Exactamente, cuatro para ser exactos.
-Debo decirle que solo disponemos billetes para los días veintitrés y veinticuatro de octubre.
-¿Y cuándo es eso?-El recepcionista les ofreció un calendario plastificado. Esos días eran dentro de cuatro noches, pero ese no era el único problema pues abajo del número, estaba dibujada una luna totalmente redonda.-Es luna llena, Léstor.-El joven tragó saliva.
-¿No hay otra alternativa?-El recepcionista lo miró y asintió mientras sacaba un mapa a escala bastante pequeña.
-Podría daros billetes para Viena y allí pedís billetes para Transilvania, se lo reservo si os complace la propuesta.
-¿Para cuándo sería los de Viena?-El muchacho tecleó en el teclado delante del ordenador en el que aparecían los viajes en trámite o ya firmados.
-Pues… tienen prisa, supongo.
-Claro.
-Naturalmente.-Completó Léstor.
-El más cercano es… ¿mañana?-Los dos jóvenes se miraron.
-¿Habría para cuatro?
-Incluso para seis.
-Para cuatro pues.
-De acuerdo, ahora vuelvo.-Angélica y Léstor se volvieron a mirar el uno al otro mientras sonreían.
-No era tan difícil.
-Para Léstor no hay nada difícil.-El dedo anular del joven tocó dulcemente la punta de la naricita pálida de la joven.
-No, supongo que no.

Todo estaba silencioso. Los vampiros estaban cazando y los humanos ya dormían pero Zafrina no pertenecía a ninguno de los dos grupos. Era diferente a cada una de las criaturas del planeta menos Léstor… con unas pocas conversaciones ya habían conectado perfectamente.
Volvieron a encadenarla como un vulgar perro rabioso. Se sentía tremendamente sola, entre terrenos hostiles y peligrosos. Allí todos tenían poder sobre ella. Las lágrimas ya no podían empapar más sus mejillas y sus ojos permanecían mirando a la nada, oscuros y reservados. Pero de repente reaccionó y sus manos se intentaron liberar de las oxidadas y dolorosas cadenas que le impedían salir de allí. Lo intentó no uno sino más de una docena de veces en vano. Desesperada y muy cansada miró hacia la sombra de la luna que reflejaba la tela casi translúcida de la tienda de campaña. Su corazón comenzó a latir velozmente como si le hubieran tirado por un precipicio de grandes alturas y toda su sangre le quemaba… estaba cerca, el anuncio de la salida de la luna llena ya se pronunciaba en su interior, el monstruo quería salir de nuevo. Aún así su cuerpo no podía controlar a esa bestia por lo que Zafrina, siempre se arrepentiría de lo que estaba a punto de decir…
-¡Paul Pa…ul, ayúdame!-La joven gemía mientras sus ojos volvieron a cubrirse de lágrimas.- ¡Paul!- El vampiro apareció de inmediato como si hubiera estado todo el tiempo en la puerta de la campaña. Su rostro no parecía preocupado ni sus pasos continuados.
-¿Qué ocurre?-Zafrina no podía decir nada estaba entre la vida o el desmayo, cosa que ayudaba a la bestia a salir. Paul se acercó a ella y la desencadenó. La joven sudaba y todo su cuerpo permanecía encendido. La cogió en brazos sin titubear y la alzó como una pluma hacia la pequeña y simultanea cama desmontable. El contacto de la piel fría de Paul en su piel la calmó un poco pero necesitaba más… Las manos del vampiro acariciaban el rostro de la joven que aún gemía de dolor. Pronto sus manos se deslizaron por sus brazos, después comenzaron a acariciarle dulcemente su cuello, cada vez sentía como el frío bajaba lentamente por su cuerpo, pero ya desmayada sintió como un calor re confortable la invadía y como los ojos verdes de Morpheus la contemplaban una última vez.

-Lana, he decidido perdonarte por las molestas informaciones de Paul.-Lana contempló confusa ha Balo mientras éste se servía una copa de un líquido más o menos morado.
-¿Qué ocurre, mi señor?-Preguntó Dilan que se disponía detrás de la joven.
-Paul ha enviado un mensajero diciendo que hay un cambio de planes.
-Es imposible, el plan era perfecto. Paul debió exterminarlos a todos.-Balo le ofreció a Dilan un idéntico vaso al suyo cosa que Lana no aceptó.
-No es como tú crees Dilan, Paul a tramado un magnífico plan: Morpheus está enamorado de un mujer de piel morena, Zafrina creo que se llama. El caso es que la ha tomado en su posesión y supone que Morpheus no se quedará con los brazos cruzados por lo que inducirá a La Dama y Léstor y mejor aún, el Áfrodes hacia donde esté ella.
-Y Paul va a traerla, ¿no?-Completó Dilan sonriendo.
-Naturalmente. La excepción es que esos humanos tienen que dormir y descansar, ya sabes hay que ir al ritmo lento de la vida cotidiana.
-Es un astuto plan, ¿y qué pasará con la chica?
-Paul se ocupará de ella, como premio.-Los dos vampiros sonrieron brindando con sus copas.
-¿Y si falla?-Preguntó la recelosa Lana.
-No se le perdonará, te lo aseguro. Aunque estoy pensando de darle una buena recompensa a parte de la chica, claro.
-Entonces, si fallara, ya no tendrías un segundo Inmortal…
-Lana, olvídate de tal infamia y haz tu trabajo.
-¿Cuál mi señor?-Preguntó irritada.
-Esperar.-Dilan y Balo volvieron a reír a carcajada mientras Lana se retiraba con ira.

-Zafrina, despierta.-Le susurró Paul con voz queda. Los ojos de la joven se abrieron visualizando un rostro completamente hermoso y perfecto.-Nos vamos.
-¿A dónde?-Preguntó aun soñolienta la joven.
-A Transilvania.
-Está muy lejos.
-No, ya no, los humanos se marchan.
-¿A dónde?-La sonrisa del vampiro se alargó.
-Van a coger un avión, en realidad, solo cinco los demás se van.-Zafrina no preguntó nada más aunque Paul prosiguió.-Pero lo que no saben es que los vampiros necesitamos la sangre humana, tú qué crees Zafrina, ¿llegarán o no a sus casas?
-Sois unos monstruos.- Le reprochó la joven. El vampiro sonrió.
-Tranquila, te aseguro que no sufrirán.

-Klaus, ¿sabes perfectamente lo que haces?-Preguntó enfurecida Selenie mientras caminaba por las oscuras calles de Venecia.
-El chupasangre nos dijo que ya estaba todo preparado.
-Pero me refiero a lo otro…
-Dejaremos escapar a los vampiros.
-¿Y crees qué con cinco seremos suficientes para tres vampiros y un cazavampiro experimentado?-Klaus se paró de golpe lo que provocó la parada de los otros cuatro cazavampiros.
-Eres una quejica. Léstor no tendrá nada que hacer con Helena.
-¿Helena?-Selenie miró hacia los tres acompañantes, entre ellos la única mujer de cabellos rojizos y corto hasta la mitad del cuello. Sus ojos eran de un color verdoso bastante oscuro y su piel era pálida llena de estéticas pequitas.
-Esa soy yo.-Sonrió la joven. Llevaba una sudadera blanca y una camisa de tirantes negra junto con un pantalón corto vaquero.
-¿Eres nueva quizás?
-Ni mucho menos.-La joven no dejó de sonreír.-Vengo del norte de Rusia. Allí acabé mi trabajo, ahora Rusia es un sitio limpio de vampiros.-Klaus le sonrió y continuó su camino. Selenie lo acompañó.
-¿Lucius lo sabe?
-No lo sé ni me importa. Corrijo, no nos importa, a ninguno de los dos.
-Pero Lucius…
-… Lucius es un viejo estúpido que debió de dejarlo hace cinco años al menos, en eso tenía razón Léstor. Con suerte, los Inmortales se deshagan de él, o al menos eso pactamos…
-¿Qué, estás loco Klaus?-El joven sonrió pícaramente.
-Ni mucho menos Selenie, cuando él se desangre yo seré el nuevo jefe de los cazavampiros y si tú no estás de acuerdo, tienes los días contados. Así son las reglas cariño.-Selenie se mordió el labio inferior mientras miraba al verdadero Klaus, un enfermo de poder que no le importaría matar a su mejor amigo. En esos momentos, Selenie deseaba estar junto a Léstor para que le protegiera… pero ya era tarde.
-Espero que esos malditos chupasangre hayan cumplido su trabajo.-Bufó el joven.

Lucius y los demás cazavampiro se dirigían de vuelta a Londres. Esperaban al barco que les llevaría de vuelta a su hogar pero no sin antes brindar por el trabajo realizado en uno de los bares de la ciudad de Venecia. Entre los tejados de los edificios más cercanos, vigilaban sigilosamente cuatro Inmortales.
-¡Dos cervezas más!-Gritó Lucius algo borracho.
-¡Sí, más cerveza!
-¡Brindemos como bribones y abajo los traidores!
-¡Bien dicho!-Todo el bar estaba escandalizado por el espectáculo que representaban los cazavampiros. Comenzaron a cantar palabras sin sentido y casi imposibles de entender. La cerveza caía de las barbas de Lucius ahora de un color amarillento y la carne rebozaba en sus bocas. La camarera trajo otras dos cervezas rebosantes de alcohol y todos seguían brindando y comiendo como auténticos nobles.
Ya cerrado el bar, los cazavampiros se dirigieron, aún borrachos, hacia el puerto no sin antes cantar de forma alborotada. Uno de los cazavampiros se giró con la sensación de una mirada tras de él que lo relacionaba con un aperitivo. Tuvo un violento escalofrío. Los demás se pararon conscientes de uno de sus amigos.
-¿Qué pasa Jack?
-Me ha parecido ver a alguien atrás…
-Efectos de la cerveza.-Bufó Lucius. Todos volvieron a reír de nuevo inconscientes del peligro que corrían. Llegaron al puerto sanos y salvos con la oscuridad en sus pupilas y el agua como banda sonora. Pero una capa oscura envolvió a uno de los cazavampiros sin mediar palabra, tan sigilosamente que ninguno se dio cuenta de la ausencia de uno de ellos. El color sangre se adueñó del labio del vampiro que permanecía en uno de los tejados cerca del grupo de cazavampiro. De pronto, un viento fuerte y helado recorrió los cuerpos de los cazadores y una risa seca llegó a sus oídos. Un cuerpo cayó del tejado de una de las casas en la que, aparentemente no había nadie.
-Es Jack.-Susurró Lucius algo asustado. El sonido tranquilo del agua ayudó al terrorífico silencio. Todos se giraron al oír el grito de unos de sus amigos al que envolvía una capa negra tan rápido que en unos instantes el cuello del muchacho se desangró. Solo quedaban tres. Para ello, los cuatro Inmortales bajaron de los tejados rodeando a los tres rezagados cazavampiros.
-Mmm… tres sabrosos humanos.-Dijo uno de ellos en voz queda mientras enseñaba sus afilados dientes.
-Me pido al viejo.-El vampiro se abalanzó sobre Lucius mientras su cuello le quemaba de forma lenta y dolorosa.

lunes, 6 de julio de 2009

CAPITULO 21: Posesión

Tras lo ocurrido los cuatro jóvenes regresaron al hotel donde se alojaban pero esta vez, regresaron a la habitación de Zafrina. Mientras Iria se asomaba por la ventana, La Dama y Léstor intentaban animar a Morpheus mientras este permanecía en penumbra sentado en el filo de la cama.
-Tranquilo Morpheus, se la llevarán a Transilvania y no le harán nada. Balo quiere que nos acerquemos nada más.-Agregó La Dama mientras le ventaba la herida del cuello.
-No creo que sean tan venerables con ella, son Inmortales, vampiros sanguinarios y en cuanto descubran que es un lobo…
-Bueno, mientras que lo descubren nosotros ya estaremos en camino.-Tranquilizó Léstor.-Así que tranquilo, sabe valerse por sí misma.-Morpheus asintió.
-Pues mejor que compremos los billetes ya.-La voz de Iria sonó irritante.-Yo me quedaré con Morpheus. Léstor y tú os ocuparéis de los billetes.
-No soy un bebé, se cuidarme solo.-Replicó Morpheus al levantarse.
-Yo creo que no.
-Vamos Angélica.-Susurró Léstor a La Dama mientras la cogía del brazo. La joven asintió sin dejar de mirar a Morpheus que aún tenía la cara desencajada por la herida tan grave del cuello.
-¿Sabéis acaso italiano?
-No mucho pero es fácil pedir billete, tranquilo.-Respondió La Dama con voz cariñosa.-Iria, ¿puedes seguir vendándole?
-No hace falta más vendas, estoy bien.-Replicó Morpheus.
-Se las pondré, quiera o no.

Zafrina estaba realmente asustada. No era para menos ya que sus ojos estaban vendados con una especie de pañuelo negro que le impedía ver, con un olor característico a laboratorio. Sentía como dos manos la sujetaban por detrás, guiándola hasta donde ellos querían. Durante todo el camino, nadie habló, nadie respiró ni suspiró, todo estaba absolutamente silencioso. Pronto sintió como habían entrado en un pequeño claro debido al espacio que percibía a su alrededor. Las manos que la sujetaban por detrás la agarraron más fuerte mientras otro Inmortal le quitaba la venda. Sus ojos no se tuvieron que adecuar al ambiente ya que aún la oscuridad cubría el sol. Varias tiendas de campaña se disponían alrededor del claro donde muchos Inmortales la miraban irritados por su presencia. De golpe, con gran vehemencia, la tiraron al suelo impulsándola a arrodillarse ante la nada.
-Esta no es lo que buscamos.-Rugió una voz que poco a poco se acercaba a la joven.-Hicimos un trato.-Zafrina dirigió su mirada hacia el rostro del ahora estupefacto Lucius al verla.- ¿Qué… Zafrina? Ella no debería…
-Cállate Lucius, nos harías un gran favor.-Interrumpió Paul.
-Dijiste que me traerías a Léstor no a una indígena.-Replicó de nuevo Lucius mientras seguía observando a Zafrina.-Ella no me sirve.
-¿Quién ha dicho que sea para ti?-La sonrisa de Paul se alargó al comprobar la sorpresa que le había producido a Lucius su respuesta.-Es un regalo de mi hermano, me proporcionará una grata diversión.-Zafrina le miró molesta a tal sarcasmo.
-¿Y cuándo me traerás a Léstor?
-Cuando el venga a nosotros.
-No sabrán donde estamos.
-Idiota, nos iremos a Transilvania, al castillo de mi amo Balo Fer y allí le esperaremos. Lo virulento es que tengo que cargar con unos vagos humanos como vosotros.
-Necesitamos dormir, y disfrutamos.
-¿En serio? Me apuesto lo que sea a que todos, incluido tu, disfrutaríais más de la vida si no durmierais. Por desgracia, yo tengo suficiente tiempo para vivirla de sobra.-Paul hizo una señal a los Inmortales que vigilaban a Zafrina mientras Lucius se mordía la lengua para no decir ninguna imprudencia. Las dos manos volvieron a apretar las de Zafrina llevándola a la tienda de campaña más grande de todas, de un color rojizo. Unas cadenas frías y oxidadas rodeaban las pequeñas muñecas de la joven ya dentro, rodeándole una fina capa de tela que se alzaba para dar forma a la campaña.
Al cabo de un rato sin ninguna atención, entró una joven de cabellos castaños y rostro dulce. La joven irrumpió en la tienda de campaña algo desorientada pero al ver a Zafrina medio mareada la observó prudente. Lo cierto era, que ambas sentían haberse visto antes. La recién llegada se acercó a Zafrina y se agachó ante ella:
-¿Te conozco?-La voz era decidida y arrogante como si tuviera el poder en sus manos. Zafrina no contestó, estaba prácticamente ausente sin ganas de hablar ni mirar, solo quería dormir.- ¿No me has escuchado?-La joven alzó la voz en un vano intento de hacerla hablar.- Quizás si me presento tú te presentes ante mí.-Zafrina levanto el rostro algo confusa.- Verás, me llamo Selenie.-“¿Selenie, acaso no era esa chica a la que Léstor vio besuqueándose con un joven? ¿Qué está pasando aquí?”
-¿Qué queréis?
-Eso no es presentarte.
-¿Por qué queréis a Léstor?-Zafrina le preguntó de forma dudosa, solo diciendo lo que escuchó de las propias palabras de Lucius.
-¿Acaso lo conoces?-Selenie sonrió inteligible.
-Sí, y es un buen amigo.
-Pues dale recuerdos de mi parte… si lo vuelves a ver.-La cazavampiro sonrió aún más y se fue acercando a la salida con disposición de ir hacia el exterior.
-Al menos sé que no estará solo…-Selenie paró.-La vampira, La Dama, y él parecen muy enamorados.-La cazavampiro miró con furia a la joven y salió con una corriente de celos fácil de ver a simple vista.

De camino al aeropuerto, Léstor y La Dama pararon cuando se les presentaban tiendas por el camino. De vez en cuando entraban por la petición de Angélica. Lamentablemente para ella, dinero no había, por lo que se conformaba con solo mirarlas. Las tiendas y restaurantes, a pesar de la gran capa de oscuridad que cubría la mañana, abrían sus puertas a la misma hora de siempre aunque, la última hora, ya no se podía suponer mirando al cielo, por algo, los relojes se vendieron a borbotones.
-Por fin estamos solos.-Léstor le guiñó un ojo a Angélica mientras ésta fingía no haberlo visto.
-No sé porque dices eso.-El brazo del joven se deslizó por la cadera de la vampira frenándola.
-Sí que lo sabes.-La mano libre de Léstor acarició la suave mejilla de La Dama mientras ésta apartaba su rostro.- ¿Qué ocurre?-Angélica se mordió el labio al apartar la mano del joven.
-Léstor… solo fue un beso.-Léstor se puso tenso.
-Angélica, creía que tu y yo…
-Y yo creía que era solo un simple capricho. Ambos nos confundimos.-Léstor sonrió. El joven acarició de nuevo el rostro de Angélica mientras se acercaba a ella. Los labios de Léstor se acercaban al oído de La Dama
-Angélica… déjame ser tu hombre lobo.
-Léstor…
-…déjame ser tu héroe.-La joven suspiró mientras el aliento cálido del joven acariciaba su oído. Su corazón se aceleró y su sangre le ardía, no podía resistirse al contacto tan ligero y cercano de Léstor, motivo por el que comprendió que no podía estar lejos de él: estaba enamorada. Los labios de Léstor rozaron la mejilla ahora sonrojada de La Dama. Estaba totalmente vencida. Sus manos alcanzaron el cuello del joven y lo rodearon mientras Léstor le rodeaba su cadera. Sus labios se encontraron totalmente ambiciosos, lo protervo era que nunca se saciaban. Los brazos de la joven despeinaban el cabello cobrizo de Léstor mientras éste la mantenía muy cerca de él. Sus cuerpos comenzaron a incendiarse a un ritmo vertiginoso de manera que ambos se sentían totalmente excitados. Los labios de Léstor se separaron lentamente de los de La Dama.
-Es hora de comprar los billetes.-Angélica asintió respirando lentamente.

Las puertas de tela se volvieron a abrir de forma que entraron dos figuras vestidos con una capa negra.
-Paul Fey te requiere.-Los dos individuos la esposaron con unas cuerdas antes de llevarla fuera de la tienda de campaña.
Paul estaba en un pequeño claro totalmente envuelto con la luz de la hermosa luna que se disponía justo encima de ellos. Cuando la tiraron al suelo delante del vampiro, los dos Inmortales se fueron velozmente. El vampiro estaba sentado en la hierba totalmente cómodo. Cuando miró a la joven sus ojos algo rojizos brillaron al igual que su piel pálida, a simple vista era una escultura completamente perfecta. Zafrina se sentó tensa, muy tensa. El vampiro se levantó mientras caminaba hacia ella impune, hasta que llegó a su lado y se volvió a sentar. Zafrina se sorprendió cuando le liberó de las cuerdas que rodeaban sus muñecas, que presentaban lesiones. Paul no dudó y le cogió dulcemente la mano de la joven llevándosela a sus labios y finalmente, la besó mientras observaba su rostro. Zafrina apartó rápidamente la mano con el corazón latiéndole a mil por hora.
-Hola.-Ella no contestó.- ¿Por qué crees que te he llamado?
-Porque quieres matarme.
-Oh, no claro que no, es desconfianza lo que tienes sobre mí. Quiero que me diviertas un rato mientras los humanos descansan.
-Yo…-Zafrina titubeó.-…no se qué… que quieres que haga.
-Fácil: habla, enséñame cosas, canta, baila, ¿sabes bailar?
-No… bueno… en mi tribu…
-¿Tribu?- Zafrina se había equivocado de palabra y lo sabía. Como Paul descubriera su naturaleza, claramente la mataría.- ¿Eres de una tribu, de dónde?
-De… no me acuerdo bien.
-¿Y te acuerdas de cómo era el baile?
-Yo…
-Da igual, báilame.-Zafrina tragó saliva mientras el rostro de Paul permanecía a solo unos centímetros del de la joven.-Vamos, no seas tímida.
-Es que…
-¿Qué, que ocurre?
-Que no… tampoco me acuerdo.
-Valla, si que tienes mala memoria, querida.-Paul agarró cuidadosamente uno de los mechones del largo pelo de Zafrina.-Tienes los cabellos como una hermosa amazona sin dueño. Quizás lo seas, pero no sin dueño, ¿verdad? Ahora yo soy tu dueño.
-No es verdad…-Paul apretó su puño con fuerza mientras la tiraba hacia él.
-Claro que es verdad, tu eres mi posesión, eres mía.-El vampiro respiró fuertemente el aroma de la joven mientras ésta gemía al sentir como sus raíces se tensaban con el fuerte tirón que propició Paul. Pero finalmente aprovechando sus manos libres se liberó.
-Yo no soy de nadie.-Los ojos de Zafrina se dirigieron automáticamente hacia la luna. Que esta vez estaba cubierta por nubes oscuras y grises.-Excepto de la luna.-Paul la observó receloso mientras la joven seguía con la vista en la grandiosa esfera de color grisáceo. El vampiro se acercó el rostro al de la joven que al notar como la piel pálida de éste se aproximaba a ella, apartó minuciosamente su mirada, depositándola en los ojos ahora más rojizos de Paul.
-Zafrina.-Cada sílaba fue un escalofrío que recorría toda su piel. Sentía el aliento vaporoso del vampiro en sus labios algo inflamados por el frío invernal y nocturno. Sus pupilas empezaron a fallarle de forma que comenzaba a ver algo borroso.-Yo puedo destruir la luna como si fuera una mera hormiga si quisiera pero, es tan bella, tan hermosa.-Zafrina notó como la fría piel de Paul rozaba su mejilla, sus manos fueron dulces.-Ella te atrae, te atrapa de forma vil y cruel como si fueras suyo, tan manipuladora, tan fría y oscura… pero atractiva y deseable, totalmente elegante.-Cuando se dio cuenta, los labios del vampiro casi rozaron los de Zafrina, sin embargo, aunque tentador, apartó su rostro como un violento rechazo hacia su intento de seducción que casi la atrapa. Paul se apartó de ella mientras sus ojos aún la observaban.-Días pasarán y tu seguirás siendo mía hasta que un día desistas y te rindas a mis pies pero para entonces, quizás, yo ya me casaré de ti y te destruya igual que a tu amada luna, lenta y minuciosamente.-Tras estas horribles palabras que pararon por un segundo el corazón de Zafrina, Paul se marchó silenciosamente, dejándola a ella sola… completamente sola.

martes, 30 de junio de 2009

CAPITULO 20: Entre máscaras

Z
afrina sentía como alguien la observaba muy de cerca. Dormía plácidamente pero sus sentidos se agudizaron. Había alguien más en la habitación, una presencia oscura y reprobada. Cada vez lo sentía más cerca. Abrió los ojos lentamente pero solo consiguió ver oscuridad.
-Zafrina.-La joven se sobresaltó al escuchar el murmullo de Morpheus que entraba por la ventana sigilosamente.
-Hay una puerta, ¿sabes?-El vampiro sonrió.
-He venido a ver como estabas, nada más.
-Estaba durmiendo hasta que llegaste tú.
-Valla, tranquila, sigue durmiendo… solo quería invitarte a cenar… nada más.
-La verdad es que tengo hambre.-Zafrina suspiró.
-Pues vístete y vámonos.

Las calles aún estaban de fiesta y la música del carnaval seguía su ritmo como si la noche fuera larga… ¿acaso ahora no lo era? Lo que nadie sabía era que entre aquellas personas se encontraban seres realmente taimados. Zafrina y Morpheus entraron en el restaurante más próximo a la Plaza de San Marcos: el gran caffe ristorante. La mayoría de los clientes eran turistas sin embargo, había bastante gente.
-Tavolo per due, per favore.-Morpheus comenzó a hablar de nuevo italiano con su espectacular acento con el camarero.-Dovrà attendere.-Secondo.
-¿De qué hablabais?-Preguntó Zafrina confusa.
-He pedido una mesa para dos, me temo que tendremos que esperar, hay mucha cola.
-Aguantaré.

A pesar del bullicio de la Plaza de San Marcos, también los tejados servían para disfrutar del carnaval, pero a nadie se le ocurriría estar en la cubierta de la hermosa Basílica, a nadie que estuviera en su sano juicio.
-¿Te gusta el otro hombre lobo?-Preguntó Iria de improviso.
-Solo… me gusta un poquito.-Los ojos celestes de la vampira se desviaron de la gran plaza.
-Sin embargo a él lo veo muy entusiasmado contigo.
-¿Él? Yo creo que lo único que él quería era besar a alguna chica y yo se lo he concedido, nada más.
-Quizás si hablaseis más conseguiríais una relación más profunda.
-Eso sí que no queremos ni él ni yo.
-¿Cómo lo sabes, acaso lees las mentes?-La Dama titubeó.-Morpheus y Zafrina parecen estar muy enamorados, a pesar de sus tremendas e innumerables diferencias.
-Yo no soy Morpheus y menos Zafrina y además…
-¿Sientes eso?-Cortó Iria.
-No… ¿el qué?-La vampira se levantó sigilosamente mientras callaba a La Dama. Las dos callaron hasta que Angélica sintió un escalofrío.-Iria…
-Inmortales.
-¿Estás segura?
-Me temo que no son solo uno… creo que son más de cinco.-La Dama jadeó.-Detrás de alguna máscara se encuentra el rostro de un vampiro, tenemos que huir de aquí.
-¿Huir? Nunca me verás rehuir de esos asquerosos vampiros.
-En tal caso, avisemos.

-Me encanta el restaurante.-Añadió Zafrina mientras se sentaba en una mesa. La sonrisa de la joven se alargó.-Ojalá no me tuviera que ir de Venecia.
-No tienes porque marcharte.-Zafrina miró extrañada a Morpheus mientras éste continuaba.-Quedémonos aquí, lejos de los Inmortales y de lo que somos…
-Morpheus, no podemos dejar ahora solos a los chicos… además, he encontrado por fin a uno de mi misma naturaleza. Cuando acabe todo, viviremos en Venecia, cerca del mar para que todas las mañanas cuando me despierte, sienta la brisa del mar.
-Nos alejaremos del pasado para vivir el presente, nuestro presente.-Zafrina sonrojó mientras cogía la carta. Morpheus sonrió. Mientras esperaba la elección de Zafrina miró por el cristal que dejaba ver la hermosa y colorida fiesta de la Plaza. La gente cantaba, bailaba, reía y sobretodo se divertía como nunca, fieles a su niñez. Los fuegos artificiales comenzaron a explotar y exhibir sus colores y formas en el oscuro cielo haciendo más mágico el carnaval. Pero de improviso sintió un gran escalofrío mientras sus músculos se tensaban. Cerró los ojos fuertemente y ordenó su mente para saber que le ocurría: había alguien, sí, ¿pero quién? “mira por la ventana, mira ahora” Sus ojos se abrieron lentamente mientras su vista se aclaraba. Sus ojos observaron los tejados de alrededor de la plaza pero estaban oscuros, no se veía nada. Siguió con la mirada fija en ellos como si hubiera algo que sus ojos querían ver. Uno de los fuegos artificiales alumbró el tejado de un color verde. Durante unos míseros segundos, el tiempo se paró en sus ojos y contempló como una silueta negra parecida a una escultura se mantenía en aquel tejado. Éste volvió a oscurecer fundiéndose con la sombra. Como si estuvieran programados, sus ojos cambiaron de rumbo hacia el centro de la plaza, donde uno de los disfrazados de grandiosos adornos estaba quieto, muy quieto. Llevaba una máscara negra que ocultaba casi todo su rostro. Estaba mirando hacia ellos y en cuanto se dio cuenta de la mirada de Morpheus esbozó una enorme sonrisa… pero un detalle, un simple y hermoso detalle… de su cuello colgaba un colgante de oro con una inscripción que Morpheus adivinó en seguida: “Nos los Inmortales”.
El joven se sobresaltó moviendo la mesa en la que Zafrina apoyaba sus codos. Los de alrededor los miraron extrañados mientras Morpheus se tensaba.
-Vámonos, Zafrina.
-¿Qué...?
-¡Corre!-Morpheus cogió de la mano a la joven y tiró de ella. El vampiro corrió sin importarle obstáculo, tenía que irse de allí como sea. El Inmortal se percató de su huida y anduvo hacia ellos elegantemente mientras siete sombras se asomaban en los tejados pendientes de la persecución. Zafrina se quedó quieta, deteniendo a Morpheus.
-¿Qué es lo que ocurre? el restaurante me gustaba.- Como si no hubiera más gente, de los tejados saltaron siete capas negras. Los dos jóvenes se encontraban justo en el centro de la plaza. Los vampiros empujaban a todo obstáculo que se les interpusieran y la gente asustada se apartaba de ellos dejando, a medida que ellos se acercaban a Morpheus y Zafrina, un gran círculo alrededor de los dos jóvenes. Toda la plaza se silenció, solo se escuchaba los pausados pasos que provocaban los zapatos del Inmortal enmascarado. Los siete que salaron los rodearon mientras el vampiro supuestamente jefe se acercaba a ellos.
-Morpheus…-Susurró Zafrina temblando.
-Tranquila.-La mano del joven apretó con fuerza la de la muchacha.

-¡¿Y Zafrina y Morpheus?!-Gritó Iria nerviosa.
-No lo sé, a mi no me mires yo estaba durmiendo cuando vosotras dos irrumpíais en mi habitación sin ningún tipo de sigilo o prudencia para no despertarme.-Contestó Léstor aún tumbado en la cama.
-Léstor, hay Inmortales allí fuera y…
-¿Porqué no hay ruido fuera?-Cortó La Dama. Los tres miraron hacia la ventana confusos. Léstor se levantó y se asomó por la ventana en un vano intento de observar la Plaza.
-Tranquilos, los Inmortales no se muestran al público, nunca lo harían.-Añadió Iria.
-¿Porque no, para asegurarnos, vamos para allá?
-Tú mandas preciosa.-Dijo Léstor mientras trepaba hasta el tejado. Iria enarcó una ceja y miró a Angélica que disimulaba una risita tras escuchar el cariñoso comentario del joven hacia ella.
En el tejado del hotel no se veía nada así que tuvieron que saltar hacia otros más cercanos hasta que pudieron ver perfectamente lo que sucedía.
-Oh dios mío.-Susurró La Dama mientras contemplaba como Morpheus y Zafrina se encontraban en el centro de la Plaza rodeados por siete Inmortales vestidos con capas negras.
-¿Qué están haciendo? Están… locos, la gente se asustará-Comentó Iria.
El apoteósico vampiro que andaba hacia ellos alzó sus manos hacia la máscara negra de piedrecitas doradas, dejando ver su rostro. Su cabello era castaño y bastante engominado. Sus ojos marrones contemplaron a los dos jóvenes, orgullosos del trabajo realizado en el que Balo Fer le recompensará.
-Tú.-Morpheus apretó los dientes mientras en su rostro se reflejaba la ira y el desconcierto.

-¿Quién es?-Susurró Léstor.
-Es uno de los preferidos de Balo, Paul Fey.
-No me suena.-Tras unos segundos, el joven miró a La Dama confuso.-Un momento, creía que Morpheus se apellidaba Fey, ¿cómo es entonces… su hermano?-Las dos vampiras se miraron.
-Bravo, sabes deducir.

-Por fin nos volvemos a ver, hermano mío.-El Inmortal se acercó a Morpheus y, bajo la sorpresa de los dos jóvenes, Paul abrazó a su hermano. Comenzó a apretarle con fuerza mientras se reía maliciosamente. Morpheus aguantó hasta que Paul lo soltó aún con los brazos abiertos.-Qué sorpresa y que júbilo verte.-El vampiro miró a Zafrina que temblaba exageradamente.-No sabía que traías a una amiguita.-Paul se acercó a ella muy cerca de su rostro.- ¿Me tienes miedo?-No contestó.- ¡¿Me tienes miedo?!-Gritó mientras su voz provocaba un eco en la enorme plaza. Los ojos de la joven se empaparon de lágrimas. Morpheus se abalanzó sobre Paul de forma que los que celebraban tranquilamente el carnaval gritaron mientras corrían lejos de la plaza. El Inmortal era mucho más fuerte que Morpheus y eso se reflejó al morder al joven en el cuello sin piedad alguna. Pero se separó de su hermano enorgullecido cuando la sangre de Morpheus resbalaba por su pálido cuello.
-Increíble, realmente enternecedor. ¿Ella te importa, verdad? Valla, sería una pena perderla.-Paul se acercó de nuevo a la joven que mantenía su rostro sereno aunque inundado de lágrimas.-Si que eres hermosa.-Los dedos del Inmortal rozaron el cuello de Zafrina.-Me encantas, creo que serás muy útil para mis momentos de aburrimiento.
-¡No!-Gritó Morpheus aún en el suelo.-Antes tendrás que matarme.-Lentamente se fue levantando del suelo.
-Pero si ya estás muerto.-Paul comenzó a reír exageradamente. Cinco de los vampiros que los rodeaban se dirigieron hacia Zafrina mientras Paul se iba hacia el pequeño puerto de la Plaza. En unos momentos, todo estaba en silencio, frío… Dos vampiros se acercaron a él dispuestos a beber su sangre. Pero tres figuras saltaron del tejado, tres figuras amigas. Pero Morpheus ya estaba cansado muy cansado “Tarde, ya es tarde”

sábado, 23 de mayo de 2009

CAPITULO 19: Sueño

“Oscuridad. Eso es lo que veo, puedo sentirlo. ¿Qué es esa extraña sensación de calidez? Una bella melodía llega a mis oídos, me siento… bien. Poco a poco se acerca alguien. Lo veo aún más claro: una mujer está sentada al lado de una cunita que se balancea. La mujer le canta una nana al bebé que duerme apaciblemente en la cuna. La joven me resulta familiar, quizás su cabello largo y castaño y piel morena me suene… ¿Zafrina? No, imposible.
-Pronto estaremos juntas.
Comenzó a hablarle al bebé con un hilito de voz maternal y cariñoso, parece que se separan pero, ¿porqué?
-Tú no estás sola.
El rostro de la muchacha se giró hacia mí lentamente mientras seguía cantándole la nana. Esos ojos marrones, su rostro cansado y su marca en la oreja… mamá.”
Los ojos de Léstor se abrieron.
-Léstor despierta dormilón.-El rostro de Zafrina se fue aclarando poco a poco en los ojos del joven.
-¿Mamá?-La muchacha titubeó.
-No Léstor, soy Zafrina.-Léstor se sonrojó e incorporó rápidamente.
-He tenido un sueño.
-Se sabe.
-¡Hay que despertarse, Lestorín!-Gritó La Dama en tono burlón.
-¿Lestorín, qué es eso?-Le preguntó el joven mientras se levantaba.
-Tu mote cariñoso, ¿no te gusta?-Léstor se encogió de hombros.
-Me es indiferente Angelita.-La joven se cruzó de brazos mientras Léstor esbozaba una enorme sonrisa.
-¿Y Morpheus?-Inquirió Zafrina algo ávida.
-¿Tienes ganas de verle?-Agregó La Dama.-Ahora vendrá con Iria, han ido a cazar. Mientras, os explicaré lo que aremos de forma resumida para que cuando lleguen os lo expliquemos mejor: Iremos a Transilvania, entraremos en el castillo de Balo y, una vez allí, Iria se ocupará de él mientras nosotros nos cargamos a unos cuantos Inmortales.

-Ya han salido mi señor.-Le confirmó Lana.
-Estupendo.-La vampira titubeó mientras contemplaba como el rostro de Balo no cambiaba
-¿Y cuál es mi castigo?
-Hoy estoy muy cansado, te librarás por el momento.-Sin mostrar furor, Lana se inclinó y desapareció de la puerta. Una vez más, reinó el silencio. Balo, sentado en su trono de colores apagados y estilo gótico, cerró los ojos y meditó. Los castigos de los Inmortales solían ser duros y dolorosos, aprovechaban la inmortalidad de los vampiros para castigarlos por medio de la tortura, pero nadie se quejaba. Balo Fer era el vampiro más antiguo de, posiblemente, el continente y eso provocaba una dureza impune para quién le desobedeciera o decepcionara.
-¡Dilan!-Gritó sin esfuerzo. El joven entró por la puerta elegantemente. Estaba claro que a Balo no le gustaba esperar y la velocidad de los vampiros corría en su favor.-Ya que Paul está de caza y Lana ya no me interesa tanto, te dejo al mando. Busca más inmortales, un sustituto de Cloe y… más soldados, por si acaso.
-¿Quién me puede conceder servicios?
-Quién quieras, eso no me importa… Sabes Dilan, últimamente soy fácil de irritar así que más te vale no decepcionarme y no vuelvas hasta conseguirme lo pedido.
-Llamaré a Lana y nos pondremos en marcha.

Dilan subió las escaleras en forma de caracol de la mansión hacia el último piso. Allí, en la habitación más apartada, estaba Lana. Dilan entró en ella sin titubear. La puerta chirriaba sin piedad debido a su edad: podría tener unos… trescientos o cuatrocientos años.
-Lana querida, nos vamos de caza.-La habitación estaba silenciosa, a simple vista, no había nadie en la estancia.- No tenemos todo el día, encanto.
-Ya no se puede ni cambiar tranquila.-Dilan se dio la vuelta y contempló como el cuerpo de la vampira solo estaba cubierto por una fina manta.
-Será mejor que te des prisa o Balo se irritará con nosotros, a menos… que quieras ir así.- La sonrisa del vampiro se alargó.
-Estoy más cómoda con la túnica, ya sabes, la de siempre. Creo que tu también deberías ponértela por si hay algún humano capaz de quedarse con las caras.
-Si me lo pides tú… te espero en el vestíbulo.

-Todos jugamos un papel importante.-Añadió Morpheus tras acordar el acto.
-Estoy algo nerviosa.-Sonrió Zafrina. Léstor la cogió de la mano para tranquilizarla.
-Ha Transilvania pués.-Confirmó Morpheus
-Vale, pero que no sea en barco.-La Dama se inquietó al decirlo.-Odio los barcos.
-Entonces en avión. Creo que vamos a montar en todos los medios de transporte posible.-Bufó Zafrina.
-Pero de nuevo no tenemos dinero. El barco fue gratis pero no creo que el pajarito lo sea.
-Léstor, no seas incrédulo, si hemos entrado en un hotel y no hemos pagado, el avión será igual. Para eso tenemos a Angélica.
-¿Angélica?-Preguntó Zafrina confusa.
-Es mi verdadero y odiado nombre.-Contestó la joven vampira.
-Es precioso, me encanta.
-Todo esto es una locura.-Cortó Iria bastante irritada.-Creéis que los Inmortales no os van a localizar y estáis muy equivocados. Seguramente ahora mismo estén persiguiéndonos y el plan se irá al garete.
-Tienes razón… también necesitaremos ropa nueva y moderna.-Todos miraron a Morpheus atónitos mientras Iria se cruzaba de brazos a la despreocupación de su advertencia.
-A mí no me hace falta, yo ya la tengo. Veo que voy más adelantado que ninguno.
-Puede que los demás lo necesitemos, Léstor.-Añadió Morpheus.
-Yo tengo otra manera de ganar dinero.-Susurró La Dama.-Mañana es el baile de máscaras según he visto en los carteles y… supongo que habrá muchas personas ricas y con mucho dinero.
Las calles empezaron a llenarse y el misterio lo invadió todo, miles de personas enmascaradas paseaban por las calles estrechas recreando un universo teatral y mágico. Era tal el auge del carnaval que los hoteles y restaurantes se veían colmados por miles de turistas de todo el mundo: chinos, americanos, europeos… Era un mundo anónimo donde mágicamente todos se volvían iguales. Los turistas no paraban de fotografiarse protegidos por una máscara, envueltos por una capa de seda o de raso, junto a cientos de figuras enmascaradas. El recorrido era siempre el mismo: desde la plaza de San Pietro di Castello hasta la plaza de San Marcos donde la Basílica que lleva el mismo nombre, enriquece e inspira el carnaval. La Dama e Iria se incorporaron a la fiesta mientras los demás esperaban. Su objetivo era el aeropuerto pero, si todo salía bien, se incorporarían en el hotel San Marcos, cerca de la plaza.
-No me puedo creer que recurra a esto, ¡a robar!-Añadió Léstor atormentado.
-Todos lo hicimos alguna vez.-Calmó el vampiro.
-Yo no.-Zafrina se cruzó de brazos mosqueada.-No me gusta robar, ellos necesitan igual que nosotros el dinero.
-¿De veras?-Morpheus se acercó a la joven.-¿Crees que ellos están pendientes de matar al vampiro más peligroso, crees que ellos tienen que estar vigilando sus espaldas por si les atacan?
-No, supongo que no.
-Bueno tienen que vigilar sus carteras.-Añadió Léstor.
-Me temo que están bastante entretenidos con el carnaval.-Una sensación escalofriante recorrió la espalda de Morpheus. Éste se giró pero no vio nada: evidentemente, no se trataba de mirar atrás pues ya lo había vivido antes pero… ¿dónde? Empezó a observar más detenidamente a los presentes e intentaba mirar a través de las máscaras algún rostro conocido.
Al cabo de un rato de festejos, Iria y La Dama consiguieron bastante dinero. Gracias a su habilidad y sigilo pudieron reunir suficiente para el billete y el hotel. Dentro de poco las personas saqueadas iban a echar en falta mucho dinero.
-Me temo que solo hay dos habitaciones separadas.
-Pues ponga en una habitación una mesa camilla.-Protestó Morpheus. El vampiro tenía un acento bastante bueno, parecía realmente un italiano de nacimiento.
-Si quiere una habitación con cama matrimonial.-La sonrisa del recepcionista se agrandó. Llevaban un cuarto de hora discutiendo sobre la objeción de las camas.
-Está bien, deme las dos separadas.
-Enseguida.
Y así, Léstor y Zafrina durmieron en habitaciones separadas supuestamente, por los celillos del vampiro.

“Otra vez esa mujer con la cuna. De nuevo parecen separarse pero la nana no cesa.
-Pronto estaremos juntas.
¿Quién es el bebé al que mi madre canta y mece? Podría ser yo pero… qué yo sepa siempre he sido un chico y nunca me separé de ella excepto cuando murió. Puede que me esté diciendo algo, como una señal pero, ¿qué? Mi madre parece alegre, contenta ¿y el bebé? Valla la cuna se está acercando a mí. Se parece bastante a mi madre: piel morena, rasgos muy femeninos, la marca en la oreja… Vale, me estoy asustando… ¿Porqué sus ojos son color miel?”

viernes, 15 de mayo de 2009

CAPITULO 18: Inmortales

En Transilvania todo es diferente. En una de las grandes y majestuosas habitaciones del castillo donde antes habitaba el famoso Drácula, cuatro Inmortales conversan alrededor de una mesa larga de madera.
-¿Y Cloe?-Preguntó una voz seca mientras golpeaba la mesa enfurecido. Todos callaron. Los ojos celestes del vampiro impusieron obediencia.
-Mi señor… un tal Morpheus la derrotó.-Añadió Lana que permanecía inquieta. Pero la mirada del vampiro la puso aún más nerviosa. Sus colmillos siempre estaban puntiagudos y viejos; su piel era pálida y tersa sin resto de arrugas, sin embargo su cabello era blanco y reflejaban sus numerosos años.
-¿Y cómo es que tú estás aquí?
-Mi señor…- Las palabras se les atragantaban ante tanta presión.-… Léstor es un hombre lobo y yo no…
-Te dije explícitamente que debías acabar con él, ¡Al menos Cloe ha muerto intentando cumplir su misión, no como tú cobarde, deberías de haber muerto tú en vez de ella! Tendrás tu castigo mientras envío a uno de mis Inmortales que puedan cumplir mis órdenes o morir en el intento.
-No mi señor, un castigo no se lo suplico. Iré de nuevo, lo encontraré, lo mataré y te traeré su cabeza si así lo deseas.-El vampiro se levantó. Su capa negra de adornos dorados se arrastraba por el suelo mientras sus pasos sonaban duramente por toda la habitación.
-Fallaste.-Lana sintió el aliento muerto del vampiro cuando los pasos dejaron de sonar justo detrás de ella que permanecía inmóvil.-Yo nunca perdono este tipo de deshonra ante mí. Nunca me hubiera imaginado eso de ti Lana Raven pero lo hiciste.-Susurró el sanguinario. Con gran elegancia, volvió hacia su sitio mientras hablaba.- Dilan, ¿qué tienes para mí?-Un joven de cabellos castaños y ojos marrones se levantó con una caja entre las manos. Llevaba una bata blanca científica, pero aparentaba unos veintitrés años.
-Le traigo una innovación, mi señor.-Abrió la caja cuidadosamente y mostró su interior: entre terciopelo se situaba un aparato como una moneda: redonda, plana y menuda. Un joven con el cabello castaño y revuelto lo cogió suavemente.
-¿Qué nos traes esta vez Dilan, un cambio de moneda?-Bufó el joven.
-No.-Respondió mientras le quitaba de las manos el aparato.-Es un torturador: solo hay que presionarlo sobre el pecho de una persona o derivados y él actuará por sí solo. El poseedor del aparato no podrá quitárselo ni despegarlo. Poco a poco, se irá hundiendo en la piel hasta que no haya rastro del torturador. Los efectos empiezan cuando entra en el cuerpo, pues se pegará automáticamente en el corazón y lo irá despedazando muy lentamente, lentamente.-Lana y el otro vampiro tragaron saliva, sin embargo, el misterioso y viejo jefe sonrió.
-Perfecto, es realmente un privilegio tenerte como séquito, Dilan.-El adulado hizo una pequeña reverencia.-Paul.-El vampiro de cabello alborotado se levantó.-Tengo entendido que todos se reunirán en el puerto de Venecia, ve, localízalos y mátalos. Confío plenamente en ti para esta misión.-Paul sonrió.-Pero antes debo presentaros a unos amigos.-La sonrisa de Balo Fer se ensanchó de forma inicua cuando un grupo de humanos aparecieron, uno de ellos, con barbas blancas y barriga rolliza similar a Papá Noel.

Al fin llegaron al puerto. Sintieron como si el agua les rodeaba y acariciaba al sentir en sus rostros la suave brisa marina. Morpheus miró a su alrededor y observó una luz proveniente de un bar cerca de uno de los yates que dormía en el agua acunado por el viento.
-Esperadme aquí y vigilar que nadie vea el cuerpo.-Iria lo cogió del brazo antes de que se marchara.
-¿Qué vas a hacer?
-Pedir un mechero y enviar de una vez por todas al infierno quién lo merece.-Iria lo soltó sin rechistar. Morpheus anduvo hasta la puerta del bar. Todos los presentes eran simples borrachos intentando olvidar sus problemas que dirigieron sus miradas hacia el joven cuando entró. Desde luego Morpheus era todo lo contrario a los presentes en el bar: no estaba borracho, era elegante y sobretodo su rostro era perfecto. En la barra servían dos mujeres de camisas de cuadros y cabellos mal peinados que al acercarse el joven a ellas comenzaron a murmurar y sonreír. Una de ellas, la de rostro moreno y supuestamente más mayor de las dos, dejó el trapo blanco y sucio que utilizaba para limpiar la barra y le esperó:
-¿Puedo ayudarte en algo?
-Sí, claro, necesito un mechero.-La camarera miró a la otra que los observaba expectante.
-Está bien.-La muchacha se aclaró la voz.-Te daré una cerveza, invita la casa.-Morpheus la cogió del brazo suavemente y ésta sonrió bajo la celosa mirada de su compañera.
-Yo no bebo, gracias. Solo quiero un mechero.
-¿Ni siquiera te apetece agua o algo?-El joven se acercó a ella y comenzó a murmurar:
-Si acaso un vasito de sangre pero, como ya me he saciado, no lo necesito gracias.-La mesera asintió desconcertada. Mientras las dos muchachas hablaban, Morpheus comenzó a oler un deleitable hedor a sangre. Miró de reojo hacia donde provenía aquel olor pero ninguno de los presentes coincidía con aquel delicioso aperitivo. Era tan fuerte que los colmillos del joven descendían lentamente hacia abajo. Volvió a mirar a las dos camareras que, cuando se percataron de que les miraba, se pusieron nerviosas de tal manera que casi se escondieron. El hedor se volvió más lacónico. Su iris comenzó a cambiar de color de forma gradual y sus sentidos se sensibilizaron. Todo le daba vueltas, como sucumbiera al olor de la sangre, todas esas personas verían algo que jamás se les olvidaría, y no estaba dispuesto. Todo volvió a la normalidad cuando el mechero golpeó la barra en manos de la camarera que aún seguía confusa.
-Gracias.-La muchacha se volvió sin mediar palabra y Morpheus aligeró el paso hacia las puertas.
El cuerpo de la vampiro comenzó a arder con el contacto del fuego producido por el mechero.
-Creo que deberíamos buscar un hotel o algo, por el humano y Zafrina, tendrán sueño.-La Dama y Léstor se miraron, ellos aún no sabían que Léstor no era un simple humano.
-Si.-Contestó Zafrina.-Pero nadie tiene dinero.
-No hace falta tener dinero, solo necesitas trepar.
Las ventanas del hotel estaban ha bastante altura por lo que La Dama se ocuparía de distraer a los guardias presentes fuera del hotel no sin antes informarse de cuáles y cuantas habitaciones no estaban reservadas. Primero trepó elegantemente Morpheus por las paredes echas de piedra lo bastante desiguales como para poder trepar sin trompicones. El joven observó las habitaciones por las ventanas hasta que encontró una doble. Los puños del vampiro chocaron violentamente contra el cristal pero el guardia de seguridad estaba bastante distraídos con la presencia de La Dama. Morpheus esperó a que nadie reaccionara y se metió dentro. Detrás de él, Iria trepó por la pared de una forma bastante refinado: la capa negra que llevaba ondeaba con el movimiento que producían sus movimientos, parecía como si volara solo al son del viento. Morpheus aún se asomaba por la ventana vigilando cada rincón. Zafrina comenzó escalar con movimientos más bruscos por su naturaleza. Luego, Léstor: Iria estaba dispuesta a tirarle las sábanas ya anudadas por Morpheus pero el joven comenzó a trepar bajo la atenta mirada de sus compañeros. Sus brazos se arrastraban y sujetaban de forma rígida y dura igual que Zafrina. Los tres se extrañaron y tras entrar en la habitación, todos le miraron.
-Léstor…-La joven loba se quedó sin palabras.
-Yo también tengo mis secretos.-La Dama cortó la escena tras subir por la ventana con los labios teñidos de rojo. Morpheus, al verla, puso los brazos en jarra.
-Me incitó.
-Bueno, ahora que estamos todos los vampiros deberíamos bajar a vigilar o a hacer lo que sea con tal de dejarlos dormir.-Añadió Iria.
Léstor y Zafrina se tumbaron en sus respectivas camas e intentaron dormir. Tras varias horas de intentos, Zafrina se levantó hacia el cuarto de baño de la habitación. El joven abrió los ojos y jadeó.
-¿Léstor, estás despierto?-El rostro de la joven se asomó por la puerta del baño.
-Ya veo que tú sí.-Zafrina sonrió. El agua de la ducha comenzó a sonar. Después de unos minutos, la joven salió del baño con una toalla alrededor de su cuerpo mientras se escurría su largo cabello con otra toalla. Léstor enarcó una ceja. La joven se sentó en la cama y dejó que su morena piel se iluminara bajo la luz de la luna.
-Lo sabía, sabía que eras como yo.
-¿Lo sabías?
-Una persona como tú era imposible que no fueras un ser anormal, tenía dudas: o un vampiro o un hombre lobo. Me decanté por el lobo ya que un vampiro es más pálido que tú desde luego.
-Deduces bien.-Zafrina le sonrió.
-Quizás tú te has topado con alguien de mi familia, no se…
-Es imposible que lo sepa si no recuerdas ni a tus padres, Zafrina. Aunque ahora somos como de la familia ¿no?, una misma camada.
-Del mismo clan.

-Ya no recuerdo lo que era dormir, cerrar los ojos y soñar.-Dijo Iria.-Ojalá pudiera sentirlo.
-¿Tanto te gustaría ser humana?-Le preguntó La Dama.
-Mucho. Es algo que cuando lo eres no te das cuenta, pero pensar que todo tiene principio y final me reconforta.
-¿Así que te gustaría… morir?
-No me gustaría, lo deseo. Ya he vivido suficiente, he visto cosas que nadie ha visto y mis recuerdos ya no dan abasto. Quizás tu no lo comprendas porque toda tu vida has sido vampira, nunca te ha tenido que preocupar los errores que cometes pues, se olvidarán con el paso del tiempo.
-Mi madre era humana y mi padre vampiro.-Iria la miró.-Se enamoraron cuando él la mordió y convirtió en una vampira. La sangre de mi padre corría por las venas de mi humilde madre por lo que los unió. Ella deseaba ser de nuevo humana… y morir. Es increíble como todos los humanos convertidos en vampiros desean tanto la muerte o la vuelta a la vida.
-Y dime, ¿por qué me buscabais, qué puedo hacer yo para que Balo Fer muera?
-Iria, es algo simple fruto de un conjuro del mismo Balo: ni tú ni él morirá hasta que la gotita de sangre del Áfrodes desaparezca.
-Es fácil… ¿por qué no lo hacemos ahora?
-Porque los dos debéis de estar juntos y que de alguna manera vuestra piel esté en contacto entonces, romperás el anillo y la última gota caerá y desaparecerá.
-Es algo complicado y… raro.
-Bastante. Supongo que Balo quería morir junto a ti.
-¿Y cómo romperé el anillo?
-Eso ya es asunto tuyo.-Iria asintió.
-Viví para él, y moriré con él.

domingo, 3 de mayo de 2009

CAPITULO 17: Al Filo

-¿Pero por dónde viene?-Preguntó confuso Léstor.
-Volando.
-¿Volando?
-Lana es el ojito derecho de Balo Fer y la ha entrenado duro así que, aparte de tener la capacidad de convertir sus uñas en navajas, sabe… más o menos volar.-Léstor se sobresaltó y rebuscó entre las reservas hasta encontrara el cuchillo.
-¡Ajá!-La Dama enarcó una ceja.
-¿Y tus pistolas?
-En el barco.-Léstor se encogió de hombros.
-¡¿En el barco?!-El joven asintió.- ¿Cómo crees que vas a matarla, con un cuchillo de cocina?
-¿Acaso tienes otro plan mejor?-La Dama miró hacia otro lado.-Angélica, tú puedes detenerla con tus colmillos, ¿no?-La joven se puso tensa.
-Es que no puedo hacer eso en un sitio tan pequeño… y no sé nadar.
-Pues tenemos que pensar algo.
-Tarde.-Una figura oscura impactó en el agua, agitando la lancha. La Dama se sujetó con fuerza a los lados mientras se volvían a tensar sus músculos. Sus colmillos salieron de una forma brusca y sus ojos cambiaron a un color blanco.-Ella lo sabe… sabe que odio el agua… que no se… nadar.-Al poco tiempo, todo se calmó, no hubo rastro de la joven. Léstor, con cuchillo en mano, se levantó y miró a su alrededor.
-Pero no te puedes ahogar.
-Lo sé… pero no podría volver a la superficie.- La joven tragó saliva. Unos dedos se asomaban por uno de los lados y lentamente se alargaban sus uñas, de tal forma que parecían cuchillas tremendamente cortantes. La lancha se balanceó cuando, elegantemente, Lana subía a la lancha muy lenta y pausadamente. La Dama estaba inmóvil y Léstor observando las largas uñas.
-Hola, de nuevo.-Susurró la joven vampira con un hilo de voz elegante y agudo. Sus dientes estaban sacados, al igual que los de La Dama, y sus ojos tenían un color más rojizo que los blancos de Angélica. Al comprobar que la vampira estaba inmovilizada, Lana se abalanzó sobre el cuerpo de Léstor con tanta fuerza, que el cuchillo cayó al agua… y allí se hundió. La lancha se agitaba violentamente mientras La Dama se sujetaba con más fuerza a ésta. Léstor sabía perfectamente que los vampiros eran bastante peligrosos cuando estaban encima de su presa, por eso siempre hacían lo mismo, pero él sabía actuar. Sujetó el cuello de la vampira con sus manos mientras los dedos presionaban las finísimas venas que se distinguían en él. Lana intentaba liberarse de aquel dolor que le suponía, pues si no se escapaba, terminaría sin venas en su escultural cuello. La vampira se apartó de las manos de Léstor, alejándose unos centímetros. Miró hacia La Dama que aún seguía los ojos clavados en ellos e inmóvil. Lana rió y se acercó a ella.- ¿Te gusta el agua?-Cuando Lana se disponía a empujar a Angélica al agua, Léstor la derribó de forma que ambos se hundieron en él.
-¡Léstor!-La Dama por fin se despertó de su inmovilidad aunque aún seguía temblando. El sonido de la suave voz de Angélica alcanzó a los oídos del joven mientras se hundía rápidamente en el fondo en compañía de la vampira que lo miraba recelosa. Sus ojos ahora más rojos brillaban en las profundidades mientras su cuerpo se convertía en un pálido palo que se deja hundir por la corriente del agua. Sus cabellos, sin embargo tendían a subir a la superficie intentando recuperar el aire perdido. Léstor tenía la suerte de que corriera por sus venas sangre animal que resiste al agua durante bastante tiempo. Aquí todo iba a ir lento… muy lento. Pero las piernas de la vampira, se movieron rápido, como si no hubiera agua ni presión. Flotaba, pero se movía rápido. Los ojos de Léstor, brillaron al localizar en una de las miles de rocas submarinas, un afilado cuchillo de cocina. Miró a Lana que aún permanecía mirándole y sonriendo. El joven movió las piernas lentamente cada vez más rápido hasta que comenzó a nadar hacia el cuchillo. Lana iba aún más rápido y pudo llegar antes a él. Léstor se paró en seco delante de ella. La vampira tiró a las profundidades más oscuras el cuchillo que iba lentamente descendiendo hacia las sombras. Lana volvió a sonreír. Estaba totalmente perdido. En el agua, los vampiros, o al menos Lana, eran más rápidos que los lobos y estaba claro que la vampira no dejaría escapar a Léstor hacia la superficie. De pronto, se le ocurrió una idea.

-Valla… así que Léstor es el único humano. Me gustaría ser como él, normal.-Añadió Iria al terminar de escuchar la historia.
-¿A dónde vamos?-Preguntó Zafrina. Morpheus sonrió mientras conducía el coche.
-Al puerto, esperaremos a La Dama y Léstor.
-Es una locura, si me lleváis allí y esperamos, los Inmortales podrían dar conmigo.
-Los esperaremos.-Sentenció Morpheus. Durante los siguientes minutos, todo permaneció en silencio. Zafrina miraba por la ventana la oscuridad de la noche que aún no había desaparecido. Los jóvenes eran los dueños de las calles y en los parques casi no abundaban niños. Algunas tiendas permanecían con su luz encendida, pero la mayoría aún colgaban el cartel de “cerrado”. ¿Qué día sería, qué mes, qué año? De pronto el coche se tambaleó provocado por un ruido en el techo. Morpheus paró el coche.
-Morpheus.-Susurró Zafrina.
-Quietas.-Poco a poco todo quedó en silencio y las luces de las farolas se apagaban de forma sincronizada. Solo se oía la ahogada respiración de las dos muchachas. De improviso, un brazo pálido atravesó el techo del coche. Zafrina gritó mientras Iria se alejaba del ahora agujero. Con la propia mano, arrancó como mero papel provocando un mayor socavón que dejó ver un cuello ensangrentado y un cabello rubio alborotado. Los ojos eran puramente blancos y su piel era extremadamente pálida. Infundía un temor que se transmitió a Morpheus cuando vio a Cloe encima del techo.
-Mierda, la cabreé.-Añadió Morpheus intentando ocultar su miedo.
-Huelo desde aquí tu miedo.-Dijo la vampira con tono desagradable. Su risa malévola recorrió todas las calles. Morpheus recordó perfectamente esa carcajada macabra, aquella que les atacó en el barco. El joven cogió el brazo de la vampira y la empujó hacia el interior del coche provocando el choque entre el cuerpo de Cloe y el techo, puesto que aún el agujero no era lo bastante grande como para que el cuerpo de la vampira entrara en el coche. Ésta intentó liberarse en un vano intento en el que el techo cedió provocando la caída de la vampira al interior. Iria la sujetó por los brazos.
-Y yo huelo tu muerte.-Los ojos de la vampira se abrieron y comenzó a chillar, pero los colmillos de Morpheus estaban dispuestos a clavarse de nuevo en su cuello.

Lana contempló como el cuerpo humano de Léstor cambiaba a uno peludo, de cabellos negros y ojos rojos más profundos que los de la vampira. Ésta se sobresaltó, el rostro y la dimensión del lobo provocaba una sensación que dejó de existir en ella cuando los hombres lobo se extinguieron: el miedo. El lobo se abalanzó sobre ella y ésta, presa del pánico, empezó a agitar los brazos y las piernas para huir a la superficie… y él la dejó escapar. El lobo lentamente desapareció físicamente del cuerpo de Léstor. Una vez en la lancha, La Dama le abrazó fuertemente.
-¡Léstor, creía que ya no te vería más!
-Antes tendrían que matar a un hombre lobo.-Léstor le acarició la mejilla y la beso dulcemente en los labios. Angélica le apretó fuertemente la mano, pero todo se interrumpió al sonar una bocina de un barco.
-¡Léstor!-La voz del viejo capitán a través de un altavoz arrancó una sonrisa en el rostro de los muchachos.
Al subir al barco, el capitán los abrazó.
-Por fin os encuentro, ¿por qué os fuisteis?-La Dama empujó a Léstor.
-El te lo dirá.-El joven arrugó el entrecejo.
-Vale. Queremos ir lo más rápido posible a Venecia, compréndalo.
-Por eso estoy aquí querido amigo, para ir a la dichosa Venecia.-Léstor sonrió.-Pero ahora estás empapado ve a la habitación y sécate… que pena que tu amiga no lo esté.-La vampira puso en blanco los ojos.-De todos modos, descansad hasta que lleguemos… que no será tarde.

Zafrina estaba encogida en el sillón delantero del coche observando cómo los dos vampiros se alimentaban de la sangre de Cloe. Comenzó a marearse.
-Morpheus…-Susurró Zafrina. El joven la miró y se limpió la sangre de su rostro con el brazo.
-Lo necesitaba, ya era demasiado tiempo sin probar bocado… no mires.
-Morpheus, creo que será mejor que alquilemos una habitación en cualquier sitio.-El joven se acercó a ella y la rodeó en sus brazos.
-No temas, nunca te haré daño, yo no.-Morpheus la besó en la frente y prosiguió.- ¿y sabes por qué? Porque te amo, porque eres la sangre que corre por mis venas y mi corazón cuando tiene la oportunidad de latir.-Iria los observaba y sonreía.
-Qué hermoso.-Los dos jóvenes miraron a la vampira.-Nunca hubiera pensado que un lobo y un vampiro se amaran tanto, es raro y… hermoso.-Morpheus y Zafrina se miraron orgullosos y prosiguieron el camino hacia el puerto.

lunes, 27 de abril de 2009

CAPITULO 16: Escapar

Morpheus abrió la puerta de la habitación cuidadosamente y mirando hacia los lados entró en ella. Todo estaba limpio y ordenado sin embargo no había nadie. No se explicó porqué pero no se dio cuenta de que Cloe le estaba esperando a sus espaldas:
-Hola Morpheus.-El joven se giró.
-Hola.-Cloe le ofreció asiento en uno de los dos sillones verdes de terciopelo que rodeaban una mesita estilizada donde permanecían dos tacitas de adornos franceses. Morpheus se sentó no sin antes observar todos los movimientos de la joven. Cloe sacó una tetera y se sentó en el otro sillón.
-¿Té?-Morpheus negó con la cabeza.-Pues yo sí.-Mientras llenaba la tacita comenzó a hablar.- ¿Has venido a verme o simplemente a sentarte?
-En cierto modo… a verte.-La joven le miró y se quitó la capa negra dejando al descubierto un vestidito blanco repleto de detalles dorados. En el cuello colgaba un colgante sin embargo, la joya que sin duda portaba el colgante se escondía tras el escote “palabra de honor” que provocaba el vestido. Morpheus enarcó una ceja mientras contemplaba el colgante esperando un solo vistazo para comprobar que era una inmortal y así poder atacarla. La joven se recostó en el sillón mientras su mirada seductora de ojos verdes le observaba.- ¿Me enseña el colgante, si es tan amable?-La joven se puso tensa
-Ven a buscarlo.-La joven sonrió mientras jugueteaba con la cadena de oro. Se levantó y se dirigió al tocador, dándole la espalda al joven que la imitaba. La mano de Morpheus rodeó el cuello suave de Cloe mientras ésta se giraba para rodear el cuello de Morpheus con sus brazos menudos. El joven acercó su rostro al de la muchacha al intentar coger el colgante de su exuberante escote. Se besaron. Morpheus consiguió ver al menos una pequeña inscripción “Nos los inmortales” El joven bajó su rostro hasta el cuello de la joven mientras sus labios lo rozaban. Cloe chilló de dolor al sentir como dos afilados colmillos atravesaron su piel de terciopelo. Ella se apartó mientras sus ojos cambiaban a un color blanco y sus colmillos crecían. Morpheus se iba a enfrentar a un verdadero inmortal.

Por fin llegaron al puerto del estrecho y comenzaron a desembarcar. Aunque aún el sol no se había despertado, las luces de la ciudad alumbraban cualquier zona oscura, excepto al barco.
-Léstor, ya los tengo.-Susurró La Dama mientras sostenía unos mapas marinos. El joven le sonrió.
-¿Qué ocurre?-Preguntó Léstor al ver a la joven inquieta.
-Léstor, necesito… comer.-El muchacho miró a los lados y sonrió:
-Bueno, supongo que no notarán la ausencia de un marinero.-La Dama le sonrió mientras se iba del barco.-Yo a lo mío.-Murmuró para sí. Léstor se marchó hasta la cubierta. A los lados de ésta había numerosas barquitas, sin embargo hubo una que le llamó la atención pues era una lancha motora. Sacó un cuchillo cogido preferentemente de la cocina y cortó las cuerdas que la sujetaba al barco. La lancha chocó contra el agua lo que produjo una marea violenta que movió el barco. Léstor cogió la comida, los planos marinos y el cuchillo y los colocó cuidadosamente en la lancha.
-Estoy preparada.
-¿Ya, tan rápido?-Preguntó Léstor sorprendido. La Dama sonrió.
-Son fáciles estos marineros, sobre todo cuando se les pone una mujer por delante…-Léstor arrugó el ceño mientras la joven subía a la lancha.

-¿Qué me has hecho?-Preguntó alterada la vampira.
-Morderte.-Cloe se abalanzó sobre Morpheus rápidamente mientras éste la esquivaba. Era una disputa entre rápidos pues cada movimiento era ligero y ágil. Se enzarzaron en una pelea totalmente violenta donde se empujaban contra muebles, destrozaban cristales y sobretodo… corría la sangre. Los colmillos de los dos vampiros rozaban la carne viva de su oponente sin piedad, ciegos de lo que se ponía por delante. Morpheus no tardó en tumbarla en el suelo para terminar con ella. El joven tras varios intentos de la vampira comenzó a morderle el cuello aunque ella intentaba golpearle con cualquier cosa para liberarse del vampiro. Pero paró de golpe cuando en su cuerpo no quedaba ni la más mínima gotita de sangre. Morpheus la soltó e incorporándose cogió un mantelito situado encima de la mesita francesa y comenzó a limpiarse las manchas de sangre.
-Tarda demasiado.-Susurró Zafrina. Iria no desvió su mirada de la ventanilla de los asientos traseros del coche.
-¿Crees qué es fácil matar a un inmortal? Aún queda para…-Morpheus cortó a Iria al subir al asiento del conductor del coche. La joven se sobresaltó.
-En marcha.-Morpheus puso en marcha el motor mientras Zafrina alargaba el brazo para tocar la mano del vampiro. El joven miró a la muchacha y le sonrió.
-Tienes sangre en la mejilla.-Morpheus soltó la mano de Zafrina y comenzó a frotarse el pómulo mientras la joven reía.
-¿Ya?-Zafrina se acercó a Morpheus y lo besó en la mejilla. Iria los contemplaba.
-Zafrina, ¿podrás decirme que clase de animal, persona o cosa eres?-Preguntó la vampira. Zafrina asintió:
-No merece la pena dar rodeos así que… soy un lobo.
-No sé porque no me impresiona. Una última pregunta, ¿cómo llegó un lobo a los brazos de un vampiro?-Los dos jóvenes se miraron.
-Es una larga historia pero mientras conduzco será un método de entretenimiento.-Dijo Morpheus mientras pisó el acelerador.

-¿Seguro qué sabes ir hasta Venecia?
-Mi padre me enseñó a utilizar los mapas marinos… son fáciles.-La Dama miró el mapa que Léstor sostenía.-Confía en mí ya no hay vuelta atrás, ¿no ves qué estamos en medio del mar.-La Dama tragó saliva mientras miraba a su alrededor: solo había agua.
-Bien, ¿y cómo sabes por dónde es si estamos rodeados de agua?-Léstor le sonrió.
-Tú confía en mí.
A medida que la lancha avanzaba, una espesa niebla los cegaba. Tras varias horas sin hablar y rodeados de agua, Léstor tragó saliva y La Dama lo notó.
-¿Qué ocurre?-Léstor la miró.
-Nada… solo que aquí debería de haber una plataforma.-La Dama comenzó a respirar acelerada.
-¿Sabes qué los vampiros cabreados no son amistosos? Yo me convertiré en uno si no me sacas de aquí. Odio el agua y no creo que pueda soportar tanto. No podríamos haber esperado unas horas antes de partir…-Léstor interrumpió a la joven. Un chillido lejano llegó al oído de los dos muchachos.
-¿Lo oyes?- La Dama asintió.
-Ese chillido me suena y a ti también.
-Lana Raven.