lunes, 6 de julio de 2009

CAPITULO 21: Posesión

Tras lo ocurrido los cuatro jóvenes regresaron al hotel donde se alojaban pero esta vez, regresaron a la habitación de Zafrina. Mientras Iria se asomaba por la ventana, La Dama y Léstor intentaban animar a Morpheus mientras este permanecía en penumbra sentado en el filo de la cama.
-Tranquilo Morpheus, se la llevarán a Transilvania y no le harán nada. Balo quiere que nos acerquemos nada más.-Agregó La Dama mientras le ventaba la herida del cuello.
-No creo que sean tan venerables con ella, son Inmortales, vampiros sanguinarios y en cuanto descubran que es un lobo…
-Bueno, mientras que lo descubren nosotros ya estaremos en camino.-Tranquilizó Léstor.-Así que tranquilo, sabe valerse por sí misma.-Morpheus asintió.
-Pues mejor que compremos los billetes ya.-La voz de Iria sonó irritante.-Yo me quedaré con Morpheus. Léstor y tú os ocuparéis de los billetes.
-No soy un bebé, se cuidarme solo.-Replicó Morpheus al levantarse.
-Yo creo que no.
-Vamos Angélica.-Susurró Léstor a La Dama mientras la cogía del brazo. La joven asintió sin dejar de mirar a Morpheus que aún tenía la cara desencajada por la herida tan grave del cuello.
-¿Sabéis acaso italiano?
-No mucho pero es fácil pedir billete, tranquilo.-Respondió La Dama con voz cariñosa.-Iria, ¿puedes seguir vendándole?
-No hace falta más vendas, estoy bien.-Replicó Morpheus.
-Se las pondré, quiera o no.

Zafrina estaba realmente asustada. No era para menos ya que sus ojos estaban vendados con una especie de pañuelo negro que le impedía ver, con un olor característico a laboratorio. Sentía como dos manos la sujetaban por detrás, guiándola hasta donde ellos querían. Durante todo el camino, nadie habló, nadie respiró ni suspiró, todo estaba absolutamente silencioso. Pronto sintió como habían entrado en un pequeño claro debido al espacio que percibía a su alrededor. Las manos que la sujetaban por detrás la agarraron más fuerte mientras otro Inmortal le quitaba la venda. Sus ojos no se tuvieron que adecuar al ambiente ya que aún la oscuridad cubría el sol. Varias tiendas de campaña se disponían alrededor del claro donde muchos Inmortales la miraban irritados por su presencia. De golpe, con gran vehemencia, la tiraron al suelo impulsándola a arrodillarse ante la nada.
-Esta no es lo que buscamos.-Rugió una voz que poco a poco se acercaba a la joven.-Hicimos un trato.-Zafrina dirigió su mirada hacia el rostro del ahora estupefacto Lucius al verla.- ¿Qué… Zafrina? Ella no debería…
-Cállate Lucius, nos harías un gran favor.-Interrumpió Paul.
-Dijiste que me traerías a Léstor no a una indígena.-Replicó de nuevo Lucius mientras seguía observando a Zafrina.-Ella no me sirve.
-¿Quién ha dicho que sea para ti?-La sonrisa de Paul se alargó al comprobar la sorpresa que le había producido a Lucius su respuesta.-Es un regalo de mi hermano, me proporcionará una grata diversión.-Zafrina le miró molesta a tal sarcasmo.
-¿Y cuándo me traerás a Léstor?
-Cuando el venga a nosotros.
-No sabrán donde estamos.
-Idiota, nos iremos a Transilvania, al castillo de mi amo Balo Fer y allí le esperaremos. Lo virulento es que tengo que cargar con unos vagos humanos como vosotros.
-Necesitamos dormir, y disfrutamos.
-¿En serio? Me apuesto lo que sea a que todos, incluido tu, disfrutaríais más de la vida si no durmierais. Por desgracia, yo tengo suficiente tiempo para vivirla de sobra.-Paul hizo una señal a los Inmortales que vigilaban a Zafrina mientras Lucius se mordía la lengua para no decir ninguna imprudencia. Las dos manos volvieron a apretar las de Zafrina llevándola a la tienda de campaña más grande de todas, de un color rojizo. Unas cadenas frías y oxidadas rodeaban las pequeñas muñecas de la joven ya dentro, rodeándole una fina capa de tela que se alzaba para dar forma a la campaña.
Al cabo de un rato sin ninguna atención, entró una joven de cabellos castaños y rostro dulce. La joven irrumpió en la tienda de campaña algo desorientada pero al ver a Zafrina medio mareada la observó prudente. Lo cierto era, que ambas sentían haberse visto antes. La recién llegada se acercó a Zafrina y se agachó ante ella:
-¿Te conozco?-La voz era decidida y arrogante como si tuviera el poder en sus manos. Zafrina no contestó, estaba prácticamente ausente sin ganas de hablar ni mirar, solo quería dormir.- ¿No me has escuchado?-La joven alzó la voz en un vano intento de hacerla hablar.- Quizás si me presento tú te presentes ante mí.-Zafrina levanto el rostro algo confusa.- Verás, me llamo Selenie.-“¿Selenie, acaso no era esa chica a la que Léstor vio besuqueándose con un joven? ¿Qué está pasando aquí?”
-¿Qué queréis?
-Eso no es presentarte.
-¿Por qué queréis a Léstor?-Zafrina le preguntó de forma dudosa, solo diciendo lo que escuchó de las propias palabras de Lucius.
-¿Acaso lo conoces?-Selenie sonrió inteligible.
-Sí, y es un buen amigo.
-Pues dale recuerdos de mi parte… si lo vuelves a ver.-La cazavampiro sonrió aún más y se fue acercando a la salida con disposición de ir hacia el exterior.
-Al menos sé que no estará solo…-Selenie paró.-La vampira, La Dama, y él parecen muy enamorados.-La cazavampiro miró con furia a la joven y salió con una corriente de celos fácil de ver a simple vista.

De camino al aeropuerto, Léstor y La Dama pararon cuando se les presentaban tiendas por el camino. De vez en cuando entraban por la petición de Angélica. Lamentablemente para ella, dinero no había, por lo que se conformaba con solo mirarlas. Las tiendas y restaurantes, a pesar de la gran capa de oscuridad que cubría la mañana, abrían sus puertas a la misma hora de siempre aunque, la última hora, ya no se podía suponer mirando al cielo, por algo, los relojes se vendieron a borbotones.
-Por fin estamos solos.-Léstor le guiñó un ojo a Angélica mientras ésta fingía no haberlo visto.
-No sé porque dices eso.-El brazo del joven se deslizó por la cadera de la vampira frenándola.
-Sí que lo sabes.-La mano libre de Léstor acarició la suave mejilla de La Dama mientras ésta apartaba su rostro.- ¿Qué ocurre?-Angélica se mordió el labio al apartar la mano del joven.
-Léstor… solo fue un beso.-Léstor se puso tenso.
-Angélica, creía que tu y yo…
-Y yo creía que era solo un simple capricho. Ambos nos confundimos.-Léstor sonrió. El joven acarició de nuevo el rostro de Angélica mientras se acercaba a ella. Los labios de Léstor se acercaban al oído de La Dama
-Angélica… déjame ser tu hombre lobo.
-Léstor…
-…déjame ser tu héroe.-La joven suspiró mientras el aliento cálido del joven acariciaba su oído. Su corazón se aceleró y su sangre le ardía, no podía resistirse al contacto tan ligero y cercano de Léstor, motivo por el que comprendió que no podía estar lejos de él: estaba enamorada. Los labios de Léstor rozaron la mejilla ahora sonrojada de La Dama. Estaba totalmente vencida. Sus manos alcanzaron el cuello del joven y lo rodearon mientras Léstor le rodeaba su cadera. Sus labios se encontraron totalmente ambiciosos, lo protervo era que nunca se saciaban. Los brazos de la joven despeinaban el cabello cobrizo de Léstor mientras éste la mantenía muy cerca de él. Sus cuerpos comenzaron a incendiarse a un ritmo vertiginoso de manera que ambos se sentían totalmente excitados. Los labios de Léstor se separaron lentamente de los de La Dama.
-Es hora de comprar los billetes.-Angélica asintió respirando lentamente.

Las puertas de tela se volvieron a abrir de forma que entraron dos figuras vestidos con una capa negra.
-Paul Fey te requiere.-Los dos individuos la esposaron con unas cuerdas antes de llevarla fuera de la tienda de campaña.
Paul estaba en un pequeño claro totalmente envuelto con la luz de la hermosa luna que se disponía justo encima de ellos. Cuando la tiraron al suelo delante del vampiro, los dos Inmortales se fueron velozmente. El vampiro estaba sentado en la hierba totalmente cómodo. Cuando miró a la joven sus ojos algo rojizos brillaron al igual que su piel pálida, a simple vista era una escultura completamente perfecta. Zafrina se sentó tensa, muy tensa. El vampiro se levantó mientras caminaba hacia ella impune, hasta que llegó a su lado y se volvió a sentar. Zafrina se sorprendió cuando le liberó de las cuerdas que rodeaban sus muñecas, que presentaban lesiones. Paul no dudó y le cogió dulcemente la mano de la joven llevándosela a sus labios y finalmente, la besó mientras observaba su rostro. Zafrina apartó rápidamente la mano con el corazón latiéndole a mil por hora.
-Hola.-Ella no contestó.- ¿Por qué crees que te he llamado?
-Porque quieres matarme.
-Oh, no claro que no, es desconfianza lo que tienes sobre mí. Quiero que me diviertas un rato mientras los humanos descansan.
-Yo…-Zafrina titubeó.-…no se qué… que quieres que haga.
-Fácil: habla, enséñame cosas, canta, baila, ¿sabes bailar?
-No… bueno… en mi tribu…
-¿Tribu?- Zafrina se había equivocado de palabra y lo sabía. Como Paul descubriera su naturaleza, claramente la mataría.- ¿Eres de una tribu, de dónde?
-De… no me acuerdo bien.
-¿Y te acuerdas de cómo era el baile?
-Yo…
-Da igual, báilame.-Zafrina tragó saliva mientras el rostro de Paul permanecía a solo unos centímetros del de la joven.-Vamos, no seas tímida.
-Es que…
-¿Qué, que ocurre?
-Que no… tampoco me acuerdo.
-Valla, si que tienes mala memoria, querida.-Paul agarró cuidadosamente uno de los mechones del largo pelo de Zafrina.-Tienes los cabellos como una hermosa amazona sin dueño. Quizás lo seas, pero no sin dueño, ¿verdad? Ahora yo soy tu dueño.
-No es verdad…-Paul apretó su puño con fuerza mientras la tiraba hacia él.
-Claro que es verdad, tu eres mi posesión, eres mía.-El vampiro respiró fuertemente el aroma de la joven mientras ésta gemía al sentir como sus raíces se tensaban con el fuerte tirón que propició Paul. Pero finalmente aprovechando sus manos libres se liberó.
-Yo no soy de nadie.-Los ojos de Zafrina se dirigieron automáticamente hacia la luna. Que esta vez estaba cubierta por nubes oscuras y grises.-Excepto de la luna.-Paul la observó receloso mientras la joven seguía con la vista en la grandiosa esfera de color grisáceo. El vampiro se acercó el rostro al de la joven que al notar como la piel pálida de éste se aproximaba a ella, apartó minuciosamente su mirada, depositándola en los ojos ahora más rojizos de Paul.
-Zafrina.-Cada sílaba fue un escalofrío que recorría toda su piel. Sentía el aliento vaporoso del vampiro en sus labios algo inflamados por el frío invernal y nocturno. Sus pupilas empezaron a fallarle de forma que comenzaba a ver algo borroso.-Yo puedo destruir la luna como si fuera una mera hormiga si quisiera pero, es tan bella, tan hermosa.-Zafrina notó como la fría piel de Paul rozaba su mejilla, sus manos fueron dulces.-Ella te atrae, te atrapa de forma vil y cruel como si fueras suyo, tan manipuladora, tan fría y oscura… pero atractiva y deseable, totalmente elegante.-Cuando se dio cuenta, los labios del vampiro casi rozaron los de Zafrina, sin embargo, aunque tentador, apartó su rostro como un violento rechazo hacia su intento de seducción que casi la atrapa. Paul se apartó de ella mientras sus ojos aún la observaban.-Días pasarán y tu seguirás siendo mía hasta que un día desistas y te rindas a mis pies pero para entonces, quizás, yo ya me casaré de ti y te destruya igual que a tu amada luna, lenta y minuciosamente.-Tras estas horribles palabras que pararon por un segundo el corazón de Zafrina, Paul se marchó silenciosamente, dejándola a ella sola… completamente sola.

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