viernes, 15 de mayo de 2009

CAPITULO 18: Inmortales

En Transilvania todo es diferente. En una de las grandes y majestuosas habitaciones del castillo donde antes habitaba el famoso Drácula, cuatro Inmortales conversan alrededor de una mesa larga de madera.
-¿Y Cloe?-Preguntó una voz seca mientras golpeaba la mesa enfurecido. Todos callaron. Los ojos celestes del vampiro impusieron obediencia.
-Mi señor… un tal Morpheus la derrotó.-Añadió Lana que permanecía inquieta. Pero la mirada del vampiro la puso aún más nerviosa. Sus colmillos siempre estaban puntiagudos y viejos; su piel era pálida y tersa sin resto de arrugas, sin embargo su cabello era blanco y reflejaban sus numerosos años.
-¿Y cómo es que tú estás aquí?
-Mi señor…- Las palabras se les atragantaban ante tanta presión.-… Léstor es un hombre lobo y yo no…
-Te dije explícitamente que debías acabar con él, ¡Al menos Cloe ha muerto intentando cumplir su misión, no como tú cobarde, deberías de haber muerto tú en vez de ella! Tendrás tu castigo mientras envío a uno de mis Inmortales que puedan cumplir mis órdenes o morir en el intento.
-No mi señor, un castigo no se lo suplico. Iré de nuevo, lo encontraré, lo mataré y te traeré su cabeza si así lo deseas.-El vampiro se levantó. Su capa negra de adornos dorados se arrastraba por el suelo mientras sus pasos sonaban duramente por toda la habitación.
-Fallaste.-Lana sintió el aliento muerto del vampiro cuando los pasos dejaron de sonar justo detrás de ella que permanecía inmóvil.-Yo nunca perdono este tipo de deshonra ante mí. Nunca me hubiera imaginado eso de ti Lana Raven pero lo hiciste.-Susurró el sanguinario. Con gran elegancia, volvió hacia su sitio mientras hablaba.- Dilan, ¿qué tienes para mí?-Un joven de cabellos castaños y ojos marrones se levantó con una caja entre las manos. Llevaba una bata blanca científica, pero aparentaba unos veintitrés años.
-Le traigo una innovación, mi señor.-Abrió la caja cuidadosamente y mostró su interior: entre terciopelo se situaba un aparato como una moneda: redonda, plana y menuda. Un joven con el cabello castaño y revuelto lo cogió suavemente.
-¿Qué nos traes esta vez Dilan, un cambio de moneda?-Bufó el joven.
-No.-Respondió mientras le quitaba de las manos el aparato.-Es un torturador: solo hay que presionarlo sobre el pecho de una persona o derivados y él actuará por sí solo. El poseedor del aparato no podrá quitárselo ni despegarlo. Poco a poco, se irá hundiendo en la piel hasta que no haya rastro del torturador. Los efectos empiezan cuando entra en el cuerpo, pues se pegará automáticamente en el corazón y lo irá despedazando muy lentamente, lentamente.-Lana y el otro vampiro tragaron saliva, sin embargo, el misterioso y viejo jefe sonrió.
-Perfecto, es realmente un privilegio tenerte como séquito, Dilan.-El adulado hizo una pequeña reverencia.-Paul.-El vampiro de cabello alborotado se levantó.-Tengo entendido que todos se reunirán en el puerto de Venecia, ve, localízalos y mátalos. Confío plenamente en ti para esta misión.-Paul sonrió.-Pero antes debo presentaros a unos amigos.-La sonrisa de Balo Fer se ensanchó de forma inicua cuando un grupo de humanos aparecieron, uno de ellos, con barbas blancas y barriga rolliza similar a Papá Noel.

Al fin llegaron al puerto. Sintieron como si el agua les rodeaba y acariciaba al sentir en sus rostros la suave brisa marina. Morpheus miró a su alrededor y observó una luz proveniente de un bar cerca de uno de los yates que dormía en el agua acunado por el viento.
-Esperadme aquí y vigilar que nadie vea el cuerpo.-Iria lo cogió del brazo antes de que se marchara.
-¿Qué vas a hacer?
-Pedir un mechero y enviar de una vez por todas al infierno quién lo merece.-Iria lo soltó sin rechistar. Morpheus anduvo hasta la puerta del bar. Todos los presentes eran simples borrachos intentando olvidar sus problemas que dirigieron sus miradas hacia el joven cuando entró. Desde luego Morpheus era todo lo contrario a los presentes en el bar: no estaba borracho, era elegante y sobretodo su rostro era perfecto. En la barra servían dos mujeres de camisas de cuadros y cabellos mal peinados que al acercarse el joven a ellas comenzaron a murmurar y sonreír. Una de ellas, la de rostro moreno y supuestamente más mayor de las dos, dejó el trapo blanco y sucio que utilizaba para limpiar la barra y le esperó:
-¿Puedo ayudarte en algo?
-Sí, claro, necesito un mechero.-La camarera miró a la otra que los observaba expectante.
-Está bien.-La muchacha se aclaró la voz.-Te daré una cerveza, invita la casa.-Morpheus la cogió del brazo suavemente y ésta sonrió bajo la celosa mirada de su compañera.
-Yo no bebo, gracias. Solo quiero un mechero.
-¿Ni siquiera te apetece agua o algo?-El joven se acercó a ella y comenzó a murmurar:
-Si acaso un vasito de sangre pero, como ya me he saciado, no lo necesito gracias.-La mesera asintió desconcertada. Mientras las dos muchachas hablaban, Morpheus comenzó a oler un deleitable hedor a sangre. Miró de reojo hacia donde provenía aquel olor pero ninguno de los presentes coincidía con aquel delicioso aperitivo. Era tan fuerte que los colmillos del joven descendían lentamente hacia abajo. Volvió a mirar a las dos camareras que, cuando se percataron de que les miraba, se pusieron nerviosas de tal manera que casi se escondieron. El hedor se volvió más lacónico. Su iris comenzó a cambiar de color de forma gradual y sus sentidos se sensibilizaron. Todo le daba vueltas, como sucumbiera al olor de la sangre, todas esas personas verían algo que jamás se les olvidaría, y no estaba dispuesto. Todo volvió a la normalidad cuando el mechero golpeó la barra en manos de la camarera que aún seguía confusa.
-Gracias.-La muchacha se volvió sin mediar palabra y Morpheus aligeró el paso hacia las puertas.
El cuerpo de la vampiro comenzó a arder con el contacto del fuego producido por el mechero.
-Creo que deberíamos buscar un hotel o algo, por el humano y Zafrina, tendrán sueño.-La Dama y Léstor se miraron, ellos aún no sabían que Léstor no era un simple humano.
-Si.-Contestó Zafrina.-Pero nadie tiene dinero.
-No hace falta tener dinero, solo necesitas trepar.
Las ventanas del hotel estaban ha bastante altura por lo que La Dama se ocuparía de distraer a los guardias presentes fuera del hotel no sin antes informarse de cuáles y cuantas habitaciones no estaban reservadas. Primero trepó elegantemente Morpheus por las paredes echas de piedra lo bastante desiguales como para poder trepar sin trompicones. El joven observó las habitaciones por las ventanas hasta que encontró una doble. Los puños del vampiro chocaron violentamente contra el cristal pero el guardia de seguridad estaba bastante distraídos con la presencia de La Dama. Morpheus esperó a que nadie reaccionara y se metió dentro. Detrás de él, Iria trepó por la pared de una forma bastante refinado: la capa negra que llevaba ondeaba con el movimiento que producían sus movimientos, parecía como si volara solo al son del viento. Morpheus aún se asomaba por la ventana vigilando cada rincón. Zafrina comenzó escalar con movimientos más bruscos por su naturaleza. Luego, Léstor: Iria estaba dispuesta a tirarle las sábanas ya anudadas por Morpheus pero el joven comenzó a trepar bajo la atenta mirada de sus compañeros. Sus brazos se arrastraban y sujetaban de forma rígida y dura igual que Zafrina. Los tres se extrañaron y tras entrar en la habitación, todos le miraron.
-Léstor…-La joven loba se quedó sin palabras.
-Yo también tengo mis secretos.-La Dama cortó la escena tras subir por la ventana con los labios teñidos de rojo. Morpheus, al verla, puso los brazos en jarra.
-Me incitó.
-Bueno, ahora que estamos todos los vampiros deberíamos bajar a vigilar o a hacer lo que sea con tal de dejarlos dormir.-Añadió Iria.
Léstor y Zafrina se tumbaron en sus respectivas camas e intentaron dormir. Tras varias horas de intentos, Zafrina se levantó hacia el cuarto de baño de la habitación. El joven abrió los ojos y jadeó.
-¿Léstor, estás despierto?-El rostro de la joven se asomó por la puerta del baño.
-Ya veo que tú sí.-Zafrina sonrió. El agua de la ducha comenzó a sonar. Después de unos minutos, la joven salió del baño con una toalla alrededor de su cuerpo mientras se escurría su largo cabello con otra toalla. Léstor enarcó una ceja. La joven se sentó en la cama y dejó que su morena piel se iluminara bajo la luz de la luna.
-Lo sabía, sabía que eras como yo.
-¿Lo sabías?
-Una persona como tú era imposible que no fueras un ser anormal, tenía dudas: o un vampiro o un hombre lobo. Me decanté por el lobo ya que un vampiro es más pálido que tú desde luego.
-Deduces bien.-Zafrina le sonrió.
-Quizás tú te has topado con alguien de mi familia, no se…
-Es imposible que lo sepa si no recuerdas ni a tus padres, Zafrina. Aunque ahora somos como de la familia ¿no?, una misma camada.
-Del mismo clan.

-Ya no recuerdo lo que era dormir, cerrar los ojos y soñar.-Dijo Iria.-Ojalá pudiera sentirlo.
-¿Tanto te gustaría ser humana?-Le preguntó La Dama.
-Mucho. Es algo que cuando lo eres no te das cuenta, pero pensar que todo tiene principio y final me reconforta.
-¿Así que te gustaría… morir?
-No me gustaría, lo deseo. Ya he vivido suficiente, he visto cosas que nadie ha visto y mis recuerdos ya no dan abasto. Quizás tu no lo comprendas porque toda tu vida has sido vampira, nunca te ha tenido que preocupar los errores que cometes pues, se olvidarán con el paso del tiempo.
-Mi madre era humana y mi padre vampiro.-Iria la miró.-Se enamoraron cuando él la mordió y convirtió en una vampira. La sangre de mi padre corría por las venas de mi humilde madre por lo que los unió. Ella deseaba ser de nuevo humana… y morir. Es increíble como todos los humanos convertidos en vampiros desean tanto la muerte o la vuelta a la vida.
-Y dime, ¿por qué me buscabais, qué puedo hacer yo para que Balo Fer muera?
-Iria, es algo simple fruto de un conjuro del mismo Balo: ni tú ni él morirá hasta que la gotita de sangre del Áfrodes desaparezca.
-Es fácil… ¿por qué no lo hacemos ahora?
-Porque los dos debéis de estar juntos y que de alguna manera vuestra piel esté en contacto entonces, romperás el anillo y la última gota caerá y desaparecerá.
-Es algo complicado y… raro.
-Bastante. Supongo que Balo quería morir junto a ti.
-¿Y cómo romperé el anillo?
-Eso ya es asunto tuyo.-Iria asintió.
-Viví para él, y moriré con él.

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